Ecos de la Revolución Pingüina: avances, debates y silencios en la reforma educacional

F ERNANDO A TRIA 176 La “especial preocupación” por la educación pública En este punto hemos cumplido la primera parte del programa fijado al principio: hemos encontrado un sentido importante, y constitucionalmen- te relevante, que permite distinguir razonablemente entre educación pública (provista por el Estado, con la salvedad indicada en la sección anterior) y educación privada (financiada por el Estado o no). Debemos atender ahora a la segunda parte del programa: dado este concepto de educación pública, y dadas las razones por las que hemos visto que es importante, ¿se justifica que el Estado tenga una preocupación especial por ella? La cuestión tiene hoy urgencia política porque, como lo afirma el primer protocolo, “se verifica una persistente baja de la matrícula de la educación pública en los últimos años”. Esta baja persistente es una de las razones prin- cipales que explican la iniciativa de fortalecimiento de la educación pública: como dice el mensaje del proyecto, “observamos que su existencia se encuentra en riesgo”. ¿Es ésta una razón que justifique la preocupación especial? Suele decirse que parte de lo que explica el progresivo descenso de la matrícula de la educación pública es que ella provee de una educación de peor calidad que la privada, y que los individuos han demostrado esto votando, como suele decirse, “con los pies”. Pero esto ignora el hecho de que, en un sistema mixto de educación, como el chileno, que incluye educación pública y educación privada, hay una tendencia interna al deterioro de la educación pú- blica 26 . Esta tendencia se relaciona precisamente con lo que hace importante a la educación pública. El punto de partida es que lo que guía principalmente a los padres en la selección de un establecimiento educacional es obtener la mejor educación para sus hijos. Dicho de otro modo, para los padres la pregunta “¿qué es bue- no para mi hijo?” tiene una fuerza motivacional considerablemente superior a la pregunta “¿qué es bueno para todos?” El punto aquí no es uno moralista sobre el egoísmo de los padres, sino el reconocimiento de que el rol de padre o madre implica un deber especial de los padres con sus hijos, deber que ellos no tienen respecto de otras personas. Esto, por supuesto, constituye el funda- mento del “derecho preferente y el deber” de educar a sus hijos que la Consti- tución reconoce e impone a los padres (art. 19º nº 10 inc. 3º). Si los padres no quisieran normalmente lo mejor para sus hijos, y en vez de eso los usaran para 26 Como hay una tendencia interna al deterioro de la educación pública en un sistema mixto como el chileno, la hipóte- sis de que es una diferencia de calidad la que está en el origen del problema es innecesaria: para disponer de ella basta la navaja de Occam.

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