La agenda pendiente en educación: profesores, administradores y recursos: propuestas para la nueva arquitectura de la educación chilena
85 Sebastián Donoso La estructura de formación de los profesores en Chile: 1980 – 2005 Los impactos de la reforma de la educación superior de 1981 muestran la escasa visión estratégica de sus diseñadores en materia de políticas de forma- ción inicial de los docentes y, ciertamente, la desafección por las consecuencias de estas decisiones en el mediano y largo lazo. A mediados de la década del setenta se puso fin a las Escuelas Normales, traspasándolas a las universidades, sin embargo menos de una década después se crearon las Academias de Ciencias Pedagógicas, que no eran universidad ni instituto profesional. La formación inicial de maestros no se consideró carrera exclusiva de nivel universitario, pudiendo ser asumida también por institutos profesionales y perdiendo valoración social, aparte del castigo severo a las re- muneraciones en aquellos años (Rojas, 1998: 168-169). La reforma redujo las atribuciones del Ministerio de Educación para fis- calizar planteles de educación superior, creándose un Consejo con escasas atribuciones. Por otra parte, las señales hacia la formación de los maestros, de las autoridades y del mercado (incluyendo el laboral) eran negativas. Ello sig- nificó una pérdida del valor de la educación y se tradujo en los años ochenta en una reducción del presupuesto fiscal para la educación en un 25 por ciento real, bajando la participación del sector público en términos del PIB, del 7 por ciento —el valor más alto en el año 1973— al 2,4 por ciento, en 1990 (Cox, 2003: 45-46). Algunas universidades cerraron el área pedagógica y muchas de las que mantuvieron vacantes no las llenaron durante varios años. Las universidades tradicionales privadas mantuvieron funcionando sus pedagógicos aunque con fuertes reducciones presupuestarias. Universidades privadas nuevas e institutos profesionales ofrecieron carreras del área, ayudadas por su bajo costo opera- cional. Al poco andar de la reforma, las academias pedagógicas fueron trans- formadas en universidad (de Ciencias Pedagógicas), pero el rango netamente universitario de las pedagogías se logró solo en los noventa, y los institutos profesionales que entonces las dictaban pudieron seguir haciéndolo. La exigencia de titulación de los docentes en ejercicio acrecentó la con- fusión y complejidad en la formación de maestros, en especial de enseñanza básica, originándose programas extraordinarios para “regular esta actividad”, muchos de los cuales terminaron siendo permanentes, con requisitos de admi- sión no equivalentes al pregrado regular, periodos lectivos menores o procesos concentrados con gran esfuerzo de asimilación, y funcionando en locales sin el adecuado soporte académico, infraestructura y equipamiento (Rufinelli, A. y L. Sepúlveda, 2005). La nueva ley de acreditación de carreras y programas académicos, de 2006, plantea como obligatorio que Pedagogía y Medicina se acrediten bajo
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