La agenda pendiente en educación: profesores, administradores y recursos: propuestas para la nueva arquitectura de la educación chilena
Debate sobre la educación chilena y propuestas de cambio 24 intensivos, sostenidos en el tiempo, situados en la escuela, modelando y discutiendo problemas reales de la práctica docente. 11 Queda claro que diseñar e implementar programas de perfeccionamien- to docente que logren aumentar las capacidades profesionales de los pro- fesores es enormemente complejo e incierto. El capítulo escrito por Emilia- na Vegas profundiza precisamente en una orientación alternativa de política educacional: los incentivos docentes —principalmente monetarios— basados en el desempeño de los alumnos. Esta propuesta tiene el mérito de presen- tarse como convincentemente simple: en lugar de complejas teorías sobre la efectividad docente, es preferible definirla como la capacidad de un profesor o un colectivo de profesores de aumentar los resultados de aprendizaje de sus alumnos, medidos por pruebas estandarizadas; posteriormente, en lugar de en- redosos diseños de programas de perfeccionamiento, mejor ofrecer incentivos monetarios a los docentes que demuestren de esta forma su mayor efectividad. Lo demás vendrá por añadidura. Desafortunadamente, la realidad parece ser más porfiada de lo que muchos tomadores de decisiones quisieran reconocer. Vegas —basándose en evidencia sobre Chile, otros países latinoamericanos y Estados Unidos— argumenta extensamente sobre recurrentes limitaciones de estos programas de incentivos a docentes basados en el desempeño de los alumnos, como por ejemplo, que los incentivos para mejorar el trabajo operan en verdad sobre una proporción minoritaria de los docentes, que el estímulo no es suficiente para que valga la pena el esfuerzo de intentar mejorar el des- empeño, o que la distribución de los premios —y eventuales castigos— puede no estar válidamente asociada al desempeño real de los docentes. Según la au- tora, estas y otras debilidades de los programas de incentivos pueden estar en la base de los decepcionantes resultados que en general estos programas han tenido. Aunque obviamente es posible resolver dichos problemas de diseño, la autora anota lo difícil que ha resultado crear políticas eficaces de incentivo. Un problema adicional —no discutido por Vegas, aunque presente en la literatu- ra— apunta al supuesto más básico de estos programas: querer cambiar no es sinónimo de saber como hacerlo de un modo efectivo. El cuarto y último desafío de la política docente consiste en que los admi- nistradores escolares puedan seleccionar, contratar y retener profesores compe- tentes para satisfacer las necesidades de la enseñanza en sus escuelas y liceos. A fin de cuentas, es a este nivel, el de la gestión escolar, donde se muestra la capacidad del sistema educacional para lograr que cada curso sea conducido por un docente de calidad. 11 La literatura en este campo es vasta; ver por ejemplo, Elmore, op. cit., el capítulo “Bridging the gap between standards and achievement: the imperative for professional development in education”.
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