De cobre, microbios y arte
El cobre chileno 87 cerca del 10% de la producción mundial del metal rojo (Gentina y Acevedo, 2016). A pesar de que en general es más lenta y tiene un menor rendimiento que los procesos de extracción convencionales (hidrometalurgia y pirometalurgia), la biolixiviación involucra mucho menores requerimientos energéticos, hídricos, y de productos químicos, además de generar un impacto ambiental significativamente menor (Johnson, 2014). Además, permite el procesamiento de minerales que contienen una composición polimetálica compleja y/o una baja ley, sin la necesidad de pretratamientos energéticamente costosos. Durante la década de 1990 se instalaron las primeras operaciones de biolixiviación a gran escala en diferentes minas de Chile (Gentina y Acevedo, 2016). La mina Lince-Michilla inició su operación de lixiviación en pilas (acopios verticales de roca) en 1991, con una producción total de 22.000 toneladas/año. En 1994 se le unieron dos minas que operan completamente mediante biolixiviación: Quebrada Blanca y Cerro Colorado. Otras operaciones tempranas de biolixiviación en pilas y vertederos de cobre en Chile fueron Andacollo, Ivan-Zar y Los Bronces. Durante 2002, en una iniciativa conjunta entre Codelco y Nippon Mining & Metals (Nippon M&M), se crea BioSigma, una empresa dedicada a la aplicación de la biotecnología en el procesamiento de minerales de sulfuro de cobre de baja ley. Entre sus logros se encuentran el aislamiento y caracterización de más de 70 nuevas cepas de microorganismos útiles en biolixiviación, así como también la participación en estudios sobre la fisiología fundamental de dichos microorganismos y los aspectos moleculares y genéticos involucrados en este proceso. Uno de los sitios mineros más estudiados en Chile a nivel microbiano es la mina Escondida, ubicada en la Región de Antofagasta, siendo la mina productora de cobre más grande del mundo. El éxito de estas iniciativas hacen probable que en un futuro cercano estas operaciones se extiendan desde la explotación de minerales secundarios (polimetálicos o de baja ley) hasta minerales primarios, de los cuales Chile tiene vastas reservas.
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