De cobre, microbios y arte
El cobre chileno 83 privada. El acuerdo entre estos trabajadores y la estatal arrojó mejoras salariales como mayor seguridad social, y la expansión de este tipo de protestas a otros sectores productivos como forestales y salmoneras, encendiendo las alarmas en el mundo empresarial (Ruiz y Boccardo, 2014). De todas formas, Chile continuó resultando atractivo para los capitales multinacionales. A modo de ejemplo, en 2012 la minería seguía siendo el principal destino de la inversión extranjera directa, representando un 49% del total; en tanto, para el quinquenio 2012- 2016, el 55,8% de la inversión minera provenía de empresas extranjeras (CEPAL, 2012), estadísticas que permiten apreciar la centralidad del sector minero, principalmente cuprífero, en la economía nacional y su dependencia de la demanda de potencias como los Estados Unidos y China. Efectivamente, para el periodo 1980-2010 la minería representaba un 7,9% del PIB promedio anual, y pese a que su peso en las exportaciones ha disminuido, para el periodo 1990-2010 representó un 42% promedio anual y el aporte de Codelco a los ingresos tributarios significó un 13% anual (Arellano, 2012). En los últimos años, la introducción de nuevas tecnologías y una mayor desconcentración productiva han significado importantes cambios en materia laboral: una mayor flexibilidad laboral, menores protecciones en la modalidad de subcontrato y un proceso intensivo de automatización en los procesos de extracción y procesamiento de material, que han ido reduciendo paulatinamente la fuerza de trabajo en el mineral (Berríos, 2020). Son innovaciones productivas que buscan reducir costos laborales y minar el poder de los sindicatos, pero que no necesariamente han ido acompañadas de mayor valor agregado en la industria minera. Las principales limitaciones que ha experimentado la expansión de la gran minería se relacionan con el mayor peso que hoy tienen las
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