Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

92 El escrito laudatorio de Menéndez y Pelayo es exagerado. No obstan- te, controlada la hipérbole, resulta que Bello sí fue una reproducción en miniatura de Moisés o Solón, puesto que, como Moisés al menos, dotó a Chile, y por rebote a otras repúblicas, de una nueva ley cuyo mérito fue haber sido una manejable en tanto clara y distinta (hasta que llegó la jurisprudencia). Para estas miniaturas, el siglo XIX cons- truyó sus propias mitologías, que, más que verdades o mentiras, son certezas que atrapan demasiado tiempo a quienes se dejan atraer por su “armonía” explicativa y civilizadora. De todos modos, quisiera volver al asunto de su similitud con Goe- the, la que, creo, se fortalece si indagamos un aspecto de esta compa- ración desde un punto de vista general. Se trata de que tanto Goethe como Bello fueron poetas puestos al servicio de algún poder, un po- der que venía sofisticándose desde los tiempos de esa poesía caballe- resca que Bello tanto estudió en la Biblioteca del Museo Británico. 54 Ambos, además, tuvieron una primera juventud ligada a la poesía. En el caso de Bello, los vínculos con la poesía se fueron enfriando a me- dida que se adentraba en sus responsabilidades de consejero, redactor de la ley y funcionario. Su calidad de “escritor, profesor i codificador” tiene algo de curso cronológico. No obstante, la relación de Bello con su organización poética se irá enfriando mucho más que la de Goethe. En los versos 397 a 400 de “A Olimpio. Imitación de Victor Hugo”, hará una fuerte declaración tratándose de la boca de un poeta: “Las ilusiones que tocar pensaban/ mis infantiles manos,/ disipó la razón, como disipa/ la aurora espectros vanos”. 55 En esos versos Bello se maltrata, niega su oficio más personal. Por el contrario, Goethe con- servará sus ilusiones infantiles de poesía. 56 54 Norbert Elias escribe: “Los cantores caballerescos, al igual que los burgueses, lle- van una vida de supeditación social y la base social de su actividad, su actitud, sus impulsos y emociones están caracterizados por la relación de servicio”. Tanto Bello como Goethe fueron parte de este servicio doméstico cada vez más sofisti- cado que supone el proceso de civilización. Elias ( 2016 , p. 387 ). 55 “A Olimpio. Imitación de Victor Hugo”, vv. 397 - 400 , en Bello (Vol. I, p. 228 ). 56 En el poema de Goethe “El rey de los elfos”, al galope, el padre lleva su hijo al médico a través de los nocturnos bosques, Bello dejará morir al niño bajo la luz de esta mañana que destruye los vanos espectros. En el poema de Goethe, el espectro no tiene nada de vano; es precisamente el espectro —es decir, el rey de los elfos— quien se lleva al niño del mundo de los adultos. Los espectros del romanticismo nunca son vanos.

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