Andrés Bello: libertad, imperio, estilo
805 hemos recordado—, porque este recorría América para, de alguna forma, completar la universalidad. Humboldt estudiaba la naturaleza propiamente americana a fin de completar un gran mosaico. Bello, en cambio, estudiará a Europa, en la biblioteca pública londinense; se enterará del estado del arte del conocimiento, pero retornará a su regionalismo. No logra hacerse universal en el local del universo. Así pensado, Bello resulta ser un fracasado. La comparación con Goethe es, por tanto, impropia. A pesar de Weimar, Goethe ostentó alcances universales. Bello, por su parte, habló del universo desde Chile. Tuvo, incluso, que ilustrarlo con referencias chilenas, que no hacen sentido más allá de ciertos límites geográficos. Bello no pudo ser universal. Sus muchos admiradores de los siglos XIX y XX intentaron una y otra vez inscribirlo en la marcha del mundo, pero puede decirse que no llegaron a completar la tarea, fracasando también. Bello quedó entre nosotros, como un Goethe que, de tan cerrados horizontes efectivos, capitula, se restringe, que no viaja a Italia. Y, por lo mismo, Bello es el gran fracaso americano. La figura de talla más “universal”, más “europea”, reducida a un tauro, cuando — como en la Ifigenia de Goethe— se creyó a sí mismo tan distinto. Pero si es verdad lo que dijo Hegel, si es verdad que el espíritu pasó del Mediterráneo al norte, y desde ahí al Atlántico, puede ser que desde ahí pase hacia el Pacífico, o bien que se disperse por todos los océanos. En ese momento posiblemente Bello sea redescubierto, y sea entendido como la figura universal que efectivamente es. Mientras tanto, como dije al inicio de este libro, al menos dos rei- nados literarios subsisten en Chile. El de Bello es uno, el de Mistral es el otro: no se encuentran otros retratos de poetas entre sus sucios billetes. Que no se nos oculte un tesoro al descubierto. •
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