Andrés Bello: libertad, imperio, estilo
802 de la filosofía de la historia universal , Hegel decía que el Mediterráneo era “el ombligo de la tierra”, el “corazón de las civilizaciones”, que todas las civilizaciones antiguas se habían desarrollado en torno a él y que, si bien el origen de la historia estaba en Oriente, ese origen había quedado inmovilizado, en tanto la historia se desarrollaba al poniente de Siria, traspasaba los Alpes con Julio César y que, en general, se mantenía en la Europa occidental. Siguiendo a Karl Ritter, agregaba que había tres diferencias geográficas: altiplanicie, valle y litoral; y que la altiplanicie correspondía preferentemente a África; los valles a Asia; y una combinación de estas tres a Europa. A América, por su parte, “sólo quedaría el principio de lo no acabado y del no acabar”. 253 De Chile podría decirse lo que Hegel dice del África que se conecta con España y el África a ratos separada del mar, o sea, la del valle del Nilo. Porque la primera estaba, por así decirlo, abierta a Europa, y era “un reflejo” de ella, mientras que la segunda es más independiente, porque “el desierto separa más aun que el mar”. 254 El Chile de Bello es, así, una suerte de isla, rodeada de desierto al norte —el de Ataca- ma—, montañas y pampas inmensas al este (recordemos que enton- ces traspasaba la cadena de los Andes e incluía a Mendoza y parte de la Patagonia), territorio belicoso al sur y un mar al oeste, el que, de- bido a la actividad que circulaba por el estrecho de Magallanes hacia los puertos de las repúblicas del norte y Asia, parecía el espacio más propicio para vincularse al mundo. Sin embargo, el mar de su litoral no lo separaba de Europa, no era un mediterráneo. Lo separaba de Filipinas, Oceanía y de China, y se trataba de un océano en que cabía toda Asia, Europa y África —las tres geografías de Ritter y Hegel—, un océano que cubre una tercera parte de la superficie del planeta. En este océano, tan advenedizo como los nuevos imperios, era posible que se diera la “historia” futura. Bello había, así, quedado instalado en un palco preferencial. Sus insistentes menciones al comercio internacional, a las relaciones internacionales, a las ru- tas expeditas de comunicación en el océano Pacífico, hablan de su conciencia sobre este asunto. El mar —como he dicho antes— debía 253 Hegel ( 2005 , pp. 276 - 7 ). 254 Ibid ., p. 278 .
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