Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

799 Si yo no estuviera cautiva, Yo amaría este país, Y este mar quejumbroso, Y estos campos de maíz, Y estas estrellas incontables, Si a lo largo del muro oscuro No brillara en las sombras La espada de spahis. Al principio de este libro me referí a la tragedia de Ifigenia, a la ver- sión de Eurípides y la reformulación que hizo Goethe. Dijimos que, tal como Goethe, Bello podía ser entendido como una “Ifigenia entre los tauros” (que es la traducción literal del título de la obra de Eurí- pides). Pues bien, la primera estrofa del poema de Victor Hugo que he transcrito habla también sobre una cautiva, que amaría ese país en que vive prisionera si no estuviese, precisamente, prisionera, si no tuviera que ver el brillo de la espada cuya amenaza la retiene. Victor Hugo dice que la libertad es necesaria para poder disfrutar el mundo en que se vive, aun cuando ese mundo sea maravilloso. Be- llo, en cambio, ha visto que puede legislar a sus captores y a quienes liberta. Esto marca una diferencia significativa con Ifigenia, porque Bello se queda. Y también con Moisés, porque este último no fue el gran legislador de los egipcios. Así, los versos de la cautividad de Vic- tor Hugo, para el caso de Bello, tendrían que ser reformulados, de tal suerte que la voz diga: yo no estoy cautivo porque yo amo este país. Es el viejo tópico del cautiverio feliz, del que Bello anota estos versos de Lope de Vega en su segundo cuaderno de Londres sobre el poeta y dramaturgo castellano: No digo yo que me prives de las calles y palacios, ni que entre estos apacibles cuadros de yervas y flores mi libertad deposites; pero si en carcel obscura a donde jamas reside

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