Andrés Bello: libertad, imperio, estilo
798 nodriza para el huérfano, que, por supuesto, es la propia madre, quien ahora puede criar a su propio hijo bajo la protección del mismo poder faraónico que antes lo amenazaba. Pero el poema de Bello —y con él, el de Victor Hugo— es menos concluyente en el triunfo. La “madre amante” debe disimular su ca- lidad, permitir que otra actúe como madre, “con lágrimas de duelo/ y de gozo a la par”. Así es entonces protegido el futuro “caudillo de Israel” por el “dulce cuidado/ de la tierra y del cielo”. Es precisamente ese el cuidado que Bello consigue para sí mismo en su regreso a América: el de la tierra y el cielo. El de quienes ven en él a un hombre del orden y el de quienes ven en él a un engranaje del progreso, la continuidad y el cambio: el viejo sistema y el nuevo. Cada una de estas visiones es un poco dueña de Bello y ninguna lo es del todo, como ninguna de ambas mujeres puede ser madre del peque- ño Moisés en toda la amplitud del sentimiento. Cuando, finalmente, Moisés se transforme en el libertador de los esclavos, ¿no les dará inmediatamente un corpus de leyes que serán famosas? ¿Qué tipo de libertador esMoisés y, también, Bello? Son libertadores que traen consigo mil obligaciones. Al ser liberado, el esclavo ha quedado esclavizado de una nueva forma. La “humilde cuna” que “ha de salvar al mundo” no ha sido tan humilde ni ha salvado como se esperaba. Ha sido puesta deliberadamente frente al poder y el poder la ha hecho suya. Bello ha sido adoptado y él también adoptará a su manera. En otro poema de Victor Hugo, “La captive”, que forma parte de Las orientales , la mujer prisionera de los turcos, que allí habla, dice: Si je n’étais captive, J’aimerais ce pays, Et cette mer plaintive, Et ces champs de maïs, Et ces astres sans nombre, Si le long du mur sombre N’étincelait dans l’ombre Le sabre des spahis. Que se puede traducir:
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