Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

788 “se arroga el derecho de convertirse en un diccionario ambulante de voces peregrinas”. 232 Para todos los efectos, el caso de Amunátegui Reyes es la radicali- zación de un proyecto bellista que, según se ha visto, el mismo Bello puso en marcha. En general, las obras sobre gramática castellana de Amunátegui Reyes son verdaderos asedios a las resoluciones de la Real Academia Española. Lejos de una actitud aduladora, cuando no indulgente (el caso de tantos “individuos” latinoamericanos “enno- blecidos” por esa membresía), Amunátegui Reyes creía poder desde su condición de chileno y de excolono, enmendar, e incluso “bo- rrar” por la razón las decisiones de los renombrados académicos de la exmetrópoli. Trataba al castellano español como un territorio gra- mático factible de ser conquistado y colonizado por los intelectuales chilenos discípulos de Bello. Su programa consistía en imponer el legado de Bello en la Europa castellana, lo que significaba imponer la parte que era América en lo que era Hispanoamérica, pero no al revés. Esto es fundamental. No había, para él, autoridad europea so- bre el habla castellana en América. Lo que había, sí, es la autoridad de la gramática ilustrada sobre sus territorios lingüísticos, la de las buenas razones gramaticales; autoridad que, en principio, no tenía centro político, pero que él intentó establecer en territorio nacional mediante su propia actividad. El epígrafe tomado de Quevedo (“No pretendo ganar nombre de autor ni menos enriquecerme con estos borrones”), colocado al inicio de los Borrones gramaticales , es deci- dor: nos indica entre líneas: “No pretendo dármelas de europeo con estos borrones”, sino aleccionarlos a ellos, borrarlos cuando dejan de ser gramáticos ilustrados. Protestando, por ejemplo, contra la exclusión de vocablos latinoamericanos en el Diccionario , cita un chascarro poético y cosmológico: Esta circunstancia impone a la Academia Española la necesidad de arreglar las definiciones de algunos vocablos, de manera que no disuenen en los países situados en las diversas latitudes a que se estiende su enseñanza. ¿Lo ha hecho así? Me atrevo a afirmar que 232 Ibid ., p. 104 .

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