Andrés Bello: libertad, imperio, estilo
772 tantos privilejios, que ha visto desconocer tantas prerrogativas, los poetas han manifestado a cara descubierta pretensiones a la inviolabi- lidad; cuando mas han concedido que la crítica se ocupara de la forma de sus producciones, pero no del fondo”. Parafrasean el argumento de Victor Hugo en Las orientales , según el cual no debe juzgarse al escritor por el contenido sino por la forma, que es la que expresa el talento. Sostienen que la crítica literaria debe velar por la ilustración del público, y que son, por lo mismo, inaceptables aquellos poetas quejosos que arrancan esos lamentos no del fondo de sus almas, sino del fondo de los tinteros. Son, dicen, gente robusta, bien alimentada, que participa de la vida social, pero que a la hora de escribir, comien- zan una letanía que no hace sino deprimir a los lectores, afectando de este modo las fuerzas de la vida misma: “En cuanto a los que sufren en realidad, esos estarán próximos a ser curados el día que la compli- cidad de los lectores no haga a los escritores recrearse en las enferme- dades de su corazon. No hai cosa peor para las pasiones o inquietudes del alma, que complacerse en ellas”. 183 Eusebio Lillo, el autor de la letra del himno nacional y que fue compañero de curso de los hermanos Amunátegui en el Instituto Nacional, era poeta y coetáneo de los historiadores. Al juzgarlo, en cierta manera, juzgan los logros de la poesía chilena desde un punto de vista notorio: el de los jóvenes historiadores entre cuyas faculta- des está la crítica literaria. Los Amunátegui dicen querer a Lillo, no obstante acusarlo de alumno negligente, aunque sí lector devorador como ningún otro por ellos conocido. Transcriben sus poemas y los tachan, acusando una suerte de romanticismo de mal gusto, expli- cándose: “Por eso somos tan severos con él, pues tememos que la autoridad de su fama pudiera hacer incurrir a otros mas tarde en los mismos defectos”. 184 Los juicios de los Amunátegui se suceden arrolladores. Transcri- ben versos de El ánjel i el poeta , composición en la que Lillo invoca a una especie de musa, que es según Lillo “la Gloria”, pero los críti- cos condiscípulos tachan a esa musa y ponen en su reemplazo a “la 183 Ibid ., pp. 87 - 8 . 184 Ibid ., p. 117 .
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