Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

770 progreso, es decir la “historia”, lleva al poeta Maitin a refugiarse en la naturaleza. Y sin embargo, plantean ellos, es esa misma naturaleza la que al ser indiferente a esa existencia sensible e indivisible, propia- mente histórica, la que acaba por deprimirlo. Juzgan, entonces, que es más valiosa la vida en la historia, a pesar de las inclemencias del tiem- po, pues la historia ofrece techo y abrigo: “¿Qué nos importa vivir/ Si, aunque cien años contemos,/ Se tocan en los extremos/ El nacer con el morir?”, escribe Maitin. La falta de conciencia histórica pareciera estar a la base de esta desazón. ¿Qué tiene que ver aquí la Colonia, ese antiguo régimen americano? Maitin, dicen ellos, se vuelve enemigo de su actividad mental; le pesa el pensamiento. No obstante, a pesar de esas “maldiciones contra la actividad del espíritu”, Maitin escribe poesía, y escribe muy bien; su verso es “sonoro” y perfectamente ri- mado. Y esta actividad no puede ser explicada por la mera naturaleza. Es lo propiamente humano aquello que lo salva, aquello que realiza a Maitin. “Hizo más todavía”, dicen los hermanos: Maitin publica esos poemas. Este juicio parece querer exhibir la contradicción del poeta. Y es más, los Amunátegui se preguntan si el joven pueblo hispano- americano debe seguir esta manera poética, si ese pueblo debe de- jarse aplastar por un “misticismo aniquilador”. Obviamente respon- den que no, y para estos efectos citan al poeta estadounidense Henry Wadsworth Longfellow ( 1808 - 1882 ), a quien, de algún modo encaran con Maitin. Consideran a Longfellow —cuyos Poems estaban en la bi- blioteca de Bello— el poeta de una nación nueva, autor de una poesía “varonil i nutrida”, tan distante de “la enervante i afeminada de los poetas contemplativos”, entre los cuales cuentan a Maitin. Los objetos de la naturaleza son, para Longfellow, “el decorado del teatro”; 180 y a la cuestión acerca de si el poeta debe vivir en los campos o en la ciudad, Longfellow responde categórico: “en la ciudad”, pues los motivos de la poesía en la ciudad no están solamente en las estrellas. Longfellow, como uno de los llamados “ Fireside Poets ”, sostuvo que la poesía es- taba en la concentración humana, en las familias que giran en torno al hogar, en la compleja comunidad humana donde al poeta cabe ser activo. Longfellow, traductor de la Divina Comedia , apreciaba el valor 180 Ibid ., pp. 83 - 5 .

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