Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

77 castillos”. 21 Bello llegará a pensar —o al menos eso dirá— que Europa es la tiranía y América la libertad, y que es esa libertad el terreno fér- til de la poesía; 22 tenía conciencia de que América vivía un momento en que comenzarían poco a poco a delimitarse las nuevas repúblicas y naciones, y que todas esas nuevas organizaciones requerirían una narración para sí mismas: Cuando en la infancia de la gente humana, maestra de los pueblos y los reyes cantaste al mundo las primeras leyes. 23 volver a américa Conforme a su correspondencia, Bello abrigaba, desde mucho antes que le sea posible, la idea de regresar a América. Debía regresar des- de la historia a la naturaleza, para vivir un pasado remoto (que era también un pasado europeo), y desde ese pasado alternativo ameri- cano, hacer su propia historia y no simplemente padecer la historia europea, anónimamente, con las estrecheces del espacio histórica- mente saturado. 24 21 “A Estados Unidos”. Goethe ( 2003 , p. 661 ). 22 A su llegada a Chile, Bello escribirá en El Mercurio Chileno , en julio de 1829 : “El inagotable tema de los modernos poetas liberales, es decir el amor a la libertad, el odio al despotismo, la censura amarga de esa liga infausta de tiranía y fanatismo que oprime y humilla a la Europa, ha suministrado al autor asunto digno de sus inspiraciones. Era difícil que dotado de una imaginación vehemente, de un espíritu cultivado, y sobre todo habiendo respirado esa atmósfera de libertad que cubre a la América entera, resistiese al deseo de señalarse en la carrera en que se han in- mortalizado Byron, [Thomas] Moore, [Pierre-Jean] Béranger, [Vincenzo] Monti y [Jean-François Casimir de] Lavigne. Puede asegurarse que jamás se ha presentado a la fantasía del poeta un campo más vasto ni más digno de esta mezcla feliz de en- tusiasmo y filosofía que caracteriza a la escuela creada por los hombres eminentes que acabamos de nombrar. En todos tiempos las ideas liberales se han prestado ad- mirablemente al colorido poético, y si ha habido Horacios y Virgilios que han llega- do a la inmortalidad, pagando un deplorable tributo a los tiempos en que vivían, ha sido preciso una reunión extraordinaria de dotes distinguidísimas para preservarse del olvido en que comúnmente se sumergen los que abrazan ese partido. Y en todo caso más pura es la gloria de Dante, y no hay hombres de buenos sentimientos que no prefieran los aplausos de las naciones, a la admiración de una corte corrompida”. “Poesías de D. J. Fernández Madrid”, en Bello (Vol. IX, p. 296 ). 23 “Alocución a la poesía”, vv. 30 - 32 , en Bello (Vol. I, p. 44 ). 24 Sus cuadernos de Londres, de algunos años antes, están repletos de anotaciones

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