Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

769 esperan de la poesía: “El bello desorden es el alma de la oda, como dice su mismo Boileau. Si el poeta se remonta, dejadlo; no se exije de él sino que no caiga”. 177 Esas palabras son propias de un romántico de principios del siglo XIX, pero los Amunátegui, citándolas, no las entienden definidoras de la poesía de Olmedo. Olmedo escribió una aduladora composición al caudillo general Flores, en donde sostiene que la cordillera de Los Andes debía incli- narse a la vista de Flores. Los Amunátegui reaccionan escandalizados, haciendo notar que Olmedo había recibido su castigo. 178 En efecto, el general Flores, que por su parte pecaba de poeta, escribió: “¡Qué vida tan feliz, Omero mío!”, aclarando al pie de página que se trataba de Olmedo, considerado por el general Flores un “Homero” suyo (sin H, a fin de homenajearlo), en tanto él mismo era Aquiles. José Antonio Maitin ( 1804 - 1874 ) fue un poeta venezolano. En su obra no hay palacios ni tanta elegancia, pero está la naturaleza, en especial su aproximación nítida, las flores: “Incensarios —dicen los Amunátegui— de donde continuamente se desprenden los mas es- quisitos perfumes”. Relatan a continuación la vida de Maitin. El poeta se desilusiona de los seres humanos y se interna en el Choroní. Se preguntan sus comentadores si esa desilusión, ese pesimismo, “es a lo Byron”. Lo cierto es que, en su estado contemplativo de la naturaleza, Maitin re- chaza a las “repúblicas” y “reyes”, tanto lo nuevo como lo viejo, en cuanto ambas cosas viven prisioneras tras la jaula humana y los barro- tes de la civilización. Maitin, con todo, no tarda en sentirse disuelto en la materia: “A fuerza de contemplar la inmensidad de la creacion, percibió que él, polvo de un dia, ocupaba en ella un invisible punto”. 179 Los Amunátegui juzgan que este “romanticismo” que reniega de los recintos propiamente humanos, por estrechos, y que no percibe el 177 Carta de Olmedo a Bolívar citada por J. M. Torres Caicedo en Correo de Ultramar a su vez citado en ibid ., p. 31 . 178 A propósito de Olmedo y el castigo, como recuerda Rodríguez Monegal, en sus intercambios epistolares Bello y Olmedo hablaban de “castigar” los versos pro- pios, lo que debe entenderse como “revisarlos”, “corregirlos”. No se trata, dice Monegal, de unos Marqués de Sade dando de latigazos a sus versos. Ver Rodrí- guez Monegal ( 1980 , p. 116 ). 179 Gregorio Víctor y Miguel Luis Amunátegui ( 1861 , p. 81 ).

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