Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

760 Miguel Luis Amunátegui reproduce un soneto escrito por Merce- des Marín a los catorce años, dedicado a una amiga a cuya despedida no pudo asistir. Lo compara con otros dos sonetos maduros. Es que este primer soneto es bastante más atractivo para nuestras actuales concepciones literarias, despojado del estilo romántico ya convertido en norma por ese entonces: Dulce amiga, si el gusto de abrazarte se me veda en la triste despedida, no hai en el mundo fuerza que le impida ser tuyo para siempre el pecho amante. Por mi amistad tan firme y tan constante espero que ha de serme concedida la última gracia a tu amistad pedida, la que recordaré en mi último instante. Ven a mí, dulce amiga, te lo pido, si bien preveo ya el duro contraste que mi amargo dolor me ha prevenido. Mas si a mi tierno ruego has de negarte, guarda con mis estrofas la memoria de mi afecto, i mis ganas de estrecharte. 152 “Si este soneto parece demasiado imperfecto i desaliñado —expli- ca—, adviértase que fue compuesto por una niña que no sabía la mé- trica, en el año de 1818 , cuando los tres o cuatro individuos a quienes entonces en Chile se clasificaba de poetas, no habrían sido capaces oscuridad colonial. Su tono es de burla, tal si con él estuviera vengando a todas las mujeres que en la periodificación colonial sufrieron censura o fueron arrastradas por efecto de la brutalidad masculina a este tipo de fantasías. La verdad, son sus palabras las que censuran a Suárez. Quizás faltaron a Miguel Luis Amunátegui las herramientas para la mejor comprensión de este personaje, quizás le molestó una supuesta incapacidad de Úrsula para dar rienda suelta a su escritura sin ceder a las “orgías de la imaginación”, acusadas por Bello. Ver Amunátegui ( 1892 ). 152 Mercedes Marín, citada en Miguel Luis Amunátegui ( 1892 , pp. 526 - 7 ).

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