Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

75 y causas libres capaces de modificar estas acciones, y de obrar también espontáneamente. El elemento de espontaneidad y elec- ción es en las causas libres una emanación de la libertad soberana, como el poder de las cosas creadas para producir en circunstancias dadas los efectos particulares propios de ellas, es una emanación del poder increado infinito que abraza todos los tiempos y lugares. [...] La libertad de la primera causa es original e ilimitada; la liber- tad del espíritu humano es derivada y finita. 17 En Londres pesaban sobre Bello las causas inertes. Su libertad era casi no más que su conciencia. No digo que le estuviera vedado desenvol- ver el aspecto espontáneo de la libertad —que él mismo señala—, pero sí el electivo. Cuando, por fin, se decidió a elegir (si es que esto puede ser llamado elección), partió hacia Chile. En una carta de despedida a Fernando Madrid, que envió al salir de Londres hacia Chile, confiesa que “escribo ésta [carta] a las cuatro y media de la mañana, en que al fin lo tengo todo arreglado, y aguardo con impaciencia que amanezca para dejar esta ciudad, por tantos títulos odiosa para mí, y por tantos otros digna de mi amor”. Nos dice su bisnieto Joaquín Edwards Bello: “¿Cómo vivió en Londres los diecinueve años más jugosos de su vida? ¡Misterio profundo!”. A lo que responde que fue “entre las nieblas del cielo y del alma”. 18 Sin duda, el momento de mayor clarividencia de Edwards Bello está cuando nos conduce a esta clave: Dickens había nacido ya. Bello se movió en el Londres de Dickens, en esas calles bullentes de miserables, de borrachos, de prostitutas, de pickpockets, de lords y de damiselas, de emigrados franceses horrorizados por la guillotina, de jugadores y de comerciantes. 19 Es un Londres que se ensucia, y que describirá también Chateau- briand como ruinoso, nebuloso e industrial. 20 Este nuevo panorama 17 Filosofía del entendimiento , en Bello (Vol. III, pp. 155 - 6 ). 18 Edwards Bello ( 1965 , p. 43 ). 19 Ibidem . 20 Es un Londres que, sin haberlo visto, sirvió de inspiración a Neruda en su Canto

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