Andrés Bello: libertad, imperio, estilo
747 Chile vive siempre entre la Patria Vieja y la Patria Nueva. La Patria Vie- ja a veces es añorada, la Patria Nueva mal vista, pero valorada como la única alternativa sensata. Otras veces la Patria Nueva es la esperanza, y entonces la Patria Vieja es una Colonia oscura. Esta dicotomía del acon- tecer se presenta a cada momento. Se presentó en tiempos de la Inde- pendencia, después de la batalla de Lircay, también con la Guerra Civil de 1891 , con el triunfo de Alessandri, el de Allende, con la dictadura y con el regreso a la democracia. Ha habido también una discusión per- manente acerca de cuál es la patria que se vive; cuál es la que debe vivir; cuál es la que hay que amar, y cuál la que hay que observar con desdén. Para conocer cómo se dio la posterior evolución de la gramatocra- cia establecida por Bello, me concentraré en un linaje de discípulos. Los Amunátegui, tanto los hermanos, como sus hijos, los primos Do- mingo y Miguel Luis. Me centraré en estos y no en tantos otros de sus continuadores, pues son ellos quienes se ciñen de manera más fiel a los preceptos de Bello. Es en ellos, por ejemplo, donde las pre- ocupaciones gramáticas y jurídicas siguen siendo más importantes, y aunque sus obras historiográficas fueron tanto o más significativas en varios casos, hubo otros discípulos de Bello que se dedicaron casi de forma exclusiva a la historia. releer la colonia “¡Misérrima colonia! Hasta el verdugo ignoraba en ella las reglas de su oficio”, 128 se quejaba Miguel Luis Amunátegui en El terremoto del 13 de mayo de 1647 . Esta queja trasunta el anhelo de legalidad, en los grandes asuntos y en los pequeños. Amunátegui además señala una causa: la Colonia, donde verá el origen de todos los infortunios. La realidad im- perial histórica, que Bello de alguna forma defendió, caerá en desgracia a manos de sus discípulos más leales. Sólo pervivirá el tesoro del idio- ma, cuya mayor aparición será la poesía, mas esa poesía no será —para estos discípulos— digna de su designio mientras no se deshaga de los estorbos del estilo colonial, de sus erratas especialmente. 128 Miguel Luis Amunátegui ( 1882 , p. 48 ).
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