Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

725 El poeta Gonzalo Rojas nos recuerda que el prólogo de Azul… de Rubén Darío iba a redactarlo Lastarria, pero que la muerte de aquel lo impidió. La anécdota no tiene nada de irrelevante: se ha visto en Darío y su Azul … el despegue de la poesía latinoamericana en el siglo XX; que en este despegue haya tenido alas Lastarria nos cuenta de una trama menos conocida: la de la crítica, la de la formación de un gusto antes de la creación. En efecto, los “literatos” historiadores del siglo XIX desa- rrollarán una crítica literaria muy punzante, contraria a la poesía hispa- noamericana, crítica que a veces es dogmática, biográfica o impresio- nista, para servirnos de los términos de la historia de la estilística. El Juicio crítico a algunos poetas hispano-americanos , de los herma- nos Amunátegui, es un ejemplo demasiado contundente. En ese libro vemos desatada toda la disconformidad de los discípulos de Bello. Sin embargo, esta disconformidad hace pensar en una esperanza, la de una creación literaria a la altura de las exigencias que hacían estos historiadores, que no se atrevían a ser ellos mismos poetas. En todas estas exigencias de la crítica literaria, que sin injusticia puede ser lla- mada diletante, se observa la disconformidad que vuelve palpable el designio más alto del estilo. Hay una vieja idea chilena, que se ha traspasado de generación en generación, según la cual el siglo XIX fue el de los historiadores y el siglo XX el de los poetas. Se decía tal cosa porque la poesía hispa- noamericana del XIX, especialmente la de sus dos primeros tercios, había sido desdeñada y se había considerado que Chile era país solo de juristas e historiadores: “En Chile no hay más poeta que Sanfuen- tes”, habría dicho Menéndez y Pelayo, 89 y todavía a mediados del siglo XX el historiador Campos Harriet repetía esta misma idea. 90 Nótese que, a esa fecha, Gabriela Mistral, cuya opinión cita Campos Harriet, había ya ganado el premio Nobel para Chile. Pero ¡no!, eso no era desdén , sino exigencia . La buena disposición de Lastarria a escribir el prólogo de Azul… casi suena a un “ahora puedo morir en paz”. César Vallejo, que por 89 Citado en Romero ( 2007 ) . 90 Campos Harriet ( 1956 , pp. 14 - 5 ).

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