Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

724 el pasado su verosímil fantasía. Pero Encina, en su nacionalismo, no veía la importancia de estos enlaces que un concepto de “uso” (menos intestinal y más epidérmico) posibilitaba. poetas En 1841 Sarmiento atribuyó la falta de poesía en Chile a “encojimiento i pereza de espíritu” y en 1842 a “carencia de ideas”. Muy pronto, los Amunátegui quisieron ver la contradicción que había entre ambas ex- plicaciones. Pero también escribía Sarmiento, a propósito del poema de Bello sobre el incendio de la iglesia de la Compañía de Jesús: Con motivo de estos versos, nos sentimos llamados a observar un hecho que no deja de causarnos alguna impresión. Tal es la rareza de los honores que entre nosotros se tributan a las Musas. ¿Por qué son tan tardías i tan contadas las ofrendas que se presentan en sus altares? ¿Será cierto que el clima benigno sofoca el vuelo de la ima- jinacion, i que Chile no es tierra de poetas? ¿Falta acaso instrucción suficiente para pulsar con acierto las doradas cuerdas? 87 Será esa explicación la que primará, y la instrucción pública, en buena medida, tendrá por objeto generar la atmósfera que precisaba el sur- gimiento de poetas. Esta aspiración puede hoy sonarnos de un idea- lismo quijotesco rayano en lo ridículo, pero lo cierto es que fue así. 88 87 Sarmiento, en Gregorio Víctor y Miguel Luis Amunátegui ( 1861 , p. 204 ). 88 Para 1856 los hermanos Amunátegui escribían: “La instruccion elemental es se- mejante al copo de nieve de los Andes, es semejante al grano de cáñamo. Uno no la percibe materialmente en todas las obras i acciones de los hombres; pero sabe positivamente que se encuentra en todas ellas. La instruccion elemental aparece en los productos de la agricultura, en los artefactos de la industria, en los cambios del comercio; está en las armonías de Bellini i de Verdi, en los lienzos de Rafael i de Murillo, en las estatuas de Miguel Anjel i de Canova, en las columnas, en las ca- tedrales, en los palacios, en los monumentos de toda especie, en las inspiraciones del poeta, en las observaciones del naturalista, en las esperiencias del químico, en las combinaciones del político, en las meditaciones del filósofo, en los éstasis del teólogo. Ninguna de estas cosas puede sustraerse a su influencia; porque todas no son mas que pensamientos espresados de distintos modos por la lana, la piedra, el color, el sonido o la palabra; i es imposible que existan pensamientos notables si la intelijencia no ha sido desarrollada por la lectura i escritura”. Gregorio Víctor y Miguel Luis Amunátegui ( 1856 , pp. 17 - 8 ).

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