Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

718 recién comenzando sus operaciones en Chile, mientras que Carlyle, intrigado por el mito del “Dioniso” de Paraguay (el doctor Francia), desdeñaba los pocos informes que habían llegado a Europa y pedía un biógrafo “desde dentro”: A pesar de que los paraguayos no constituyen un pueblo literario, muchos de ellos saben deletrear y leer y no carecen de cierto sen- tido capaz de discernir lo que es verdadero y lo que es falso, no hay que perder la esperanza de que, de aquellas regiones, pueda venirnos una verdadera Vida de Francia . 65 Carlyle, que sabía (porque lo reitera en su libro) que los paraguayos estaban alfabetizados, esperaba la aparición de un genio literario que supiese ver, con ojos europeos, todo lo que hacía falta sobre el dicta- dor vitalicio del Paraguay. Carlyle quería un paraguayo que mirase al doctor en teología con los ojos de un británico sarcástico. Decenas de páginas después, Carlyle comenta sobre los gauchos (a quienes ya había llamado “estoicos, aunque no conozcan a Zenón”): 66 “Hombres tales no pueden tener historia aunque un Tucídides viniera a escribir- la”. 67 Por lo visto, creía que héroes como Bolívar y San Martín debían tener una épica, pero no los gauchos a los que dirigieron, especial- mente el segundo. El conocimiento de la historia era para Bello un aspecto esencial para las políticas de las repúblicas que por entonces iban siendo le- vantadas. “Si el ayer te parece limpio y claro/ hoy tu labor será fecun- da y plena”, 68 escribió Goethe, pero ese dictum podría haberse colado perfectamente en la boca de Bello. De ahí que sostuviera polémicas no solamente a propósito de la gramática con los jóvenes de entonces, sino que con los historiadores. Ya he dicho algo sobre el diálogo cru- do con Lastarria y otro poco he anotado sobre las indicaciones que hiciera a Jacinto Chacón. La polémica con Chacón es especialmente 65 Ibid ., p. 49 . 66 Ibid ., p. 82 . 67 Ibid ., p. 97 . 68 Goethe ( 2003 , p. 487 ).

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