Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

710 para el oído, que es el sentido a través del cual se ha aprendido el len- guaje. El sentido de la visión es, para estos efectos, más colaborativo: la ortografía entra por los ojos, especialmente si hay correcciones, tachaduras, humillaciones. Las reglas ortográficas son siempre de obligado conocimiento, por esto es que mucha gente no se atrevía a escribir y menos en público. La escritura se hará en secreto, como anotaciones para uno mismo y nadie más. Las faltas de ortografía se transformarán en una flagrancia, un síntoma que habrá que esconder cuando, en realidad, no son más que la sinceridad del uso, el mal uso o el abuso, pero sinceridad al fin. Las atribuciones del disciplinamiento gramático llegaron muy lejos. A Amunátegui su afán de corrector gramático le jugó, al menos una vez, una mala pasada, como cuando corrigió uno de los “lunares” que halló en la que él mismo consideraba la espléndida traducción que Luis Rodríguez Velasco había hecho en 1838 del Ruy Blas de Victor Hugo. Anotaba: “Ah! basta ya, el sudor de la vergüenza,/ pensando en vos me sube hasta la frente”. Y alegaba: “Léase rubor , i se leerá bien”, 54 pero la supuesta errata del “sudor” lograba una imagen más intensa, la que en el original francés de Hugo no era sino idéntica. Ahí, en el diálogo entre Don César y Don Salluste (Acto I, Escena II), el segundo le dice al primero: “la sueur de la honte,/ Lorsque je pense à vous, à la face me monte”; 55 es decir: “el sudor de la vergüenza, cuando pienso en vos me sube a la cara”. Y claro, Amunátegui solía —como Bello— llevar más le- jos de lo estrictamente necesario los acompañamientos gramaticales de las palabras, asumiendo que el impresor, el editor, el traductor e incluso el autor se habían equivocado al poner una palabra en vez de otra. En los dominios del rostro, el rubor se asocia más a la vergüenza que el su- dor, pero, por lo mismo, Hugo había querido tensionar las asociaciones. Traductor, editor e impresor fueron leales a Hugo, pero el desmesura- do gramático que era Amunátegui, con toda su libertad de espíritu, no supo verlo y asumió que se había roto la cadena de frío. Por otra parte, en Chile, los humanistas de origen gramático for- mados por Bello consiguieron interfaz institucional, lo cual acrecentó 54 Miguel Luis Amunátegui ( 1888 , p. 354 ). 55 Victor Hugo ( 2012 , p. 24 ).

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