Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

706 cisne negro. Se considera imposible que un mismo individuo pueda deleitarse con Gregorio López, Pothier o Troplong, i con Horacio, Byron i Víctor Hugo. Ser autor de un código civil i de un poema épi- co; de un tratado de amistad, comercio i navegación, i de una oda o de una fábula, parecen cosas enteramente incompatibles. No obstante, la esperiencia de todos los tiempos i de todos los países está probando que pueden hacerse a un mismo tiempo ofrendas a Témis i a las musas. Podríamos citar un gran número de jurisconsultos poetas; po- dríamos principiar por Cicerón i seguir con tantos otros; pero pre- ferimos mencionar por toda contestación los nombres de dos poe- tas españoles modernos que también fueron majistrados, Meléndez Valdes i Jovellanos, i muí especialmente el del famosísimo rei don Alonso X [sic], lejislador i poeta, a quien ser autor de las Siete Par- tidas no impidió componer las Cánticas y las Querellas i el Tesoro. Don Andrés Bello es también uno de esos varones privilegiados que pueden ser simultáneamente clasificados entre los discípulos de Homero i entre los de Justiniano. Si ha sido idóneo para redactar una obra tan seria i prosaica como el Código Civil chileno, lo ha sido igualmente para producir composiciones métricas en alto grado amenas i poéticas. 46 Los Amunátegui pecaban de timidez en este intento. Para ellos podía darse esta reunión, pero no veían que ambas tareas en la vida de Be- llo pudieran teñirse mutuamente. La consideración del Código Civil como “obra tan seria y prosaica” es el correlato de una poesía cuya prosa parecen no ver. El gran lugar desde donde debía literalizarse la república era la Universidad de Chile. Será una institución cuyo propósito es la for- mación de gramócratas, de esa mezcla de gobernantes y literatos. El de la gramática a la literatura fue considerado y establecido como un paso natural; la primera tenía fines de unidad, pero ellos no bastaban. Esos eran sus fines horizontales. Sus fines verticales —jerarquizan- tes— eran los literarios, los creativos: 46 Gregorio Víctor y Miguel Luis Amunátegui ( 1861 , p. 182 ).

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