Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

70 En el viaje de Humboldt y Bonpland se puede reconocer esa doble maravilla respetuosa ante los espectáculos de la naturaleza y las he- churas humanas. Esas eran cuestiones que estaban en la atmósfera de ese enton- ces. Bello se preocupaba también por el trasfondo filosófico de la materia viva, por la animalidad y su domesticación, así como por las consecuencias que dichas cuestiones tenían sobre la vida humana. También traducía libremente y ponía de su cosecha en un artículo en La Biblioteca Americana , en 1823 , que “arreglaba” publicaciones del naturalista francés Julien-Joseph Virey ( 1775 - 1846 ) sobre la na- turaleza. Ahí se preguntaba: ¿De quién aprendieron el castor, la abeja, y la hormiga, la sabia política de sus repúblicas? [...] ¿Quién enseñó al cocodrilo, abandonado de sus padres desde antes de salir del huevo, el modo de espiar a los otros animales, inmóvil y cubierto de cieno, como un tronco podrido? [...] ¡Qué débil es el entendimiento humano si un gusanillo le abruma! [...] ¿Cómo es capaz la materia de sentir dolor? [...] ¿Quién transforma este pan en una carne animada y sensible? ¿De dónde emana este sentimiento ciego, este impetuoso instinto de amor, que se enciende en todo lo que respira? 3 Su sensibilidad, como se ve, era muy dada a proyectar sentimientos humanos en los animales o aspectos animales en los humanos. 4 Al hermosos climas fomentan la [cultura] descuidada del hombre”. “Variedades”, en Bello (Vol. XXIV, p. 652 ). 3 “Consideraciones sobre la naturaleza por Virey”, en Bello (Vol. XXIV, pp. 389 - 90 ). 4 En su Filosofía del entendimiento , Bello escribirá sobre los animales, y en particular sobre el perro: “Los brutos tienen incontestablemente una especie de inteligencia, en que entra como una de las facultades elementales la sensibilidad, de la misma manera que en la nuestra; pero la sensibilidad sola no es capaz de los actos intelec- tuales que se nos revelan en ellos, como tampoco lo es de los actos intelectuales de que tenemos intuición en nosotros. El perro bastaría para probar que los fenóme- nos de la inteligencia en los brutos no pueden explicarse por la mera sensibilidad: el perro, que entiende nuestras órdenes y las obedece; en que como en nosotros, la necesidad y el peligro desenvuelven una astucia y sagacidad maravillosas; cualida- des que no debe a un instinto ciego, sino a la experiencia, esto es, a la observación y al raciocinio, puesto que las adquiere por grados, las aprende, se educa”. Filosofía del entendimiento , en Bello (Vol. III, p. 221 ). Faltó poco para que Bello dijese que el perro era una especie de hombre educado lo justo y necesario. Su visión del perro

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=