Andrés Bello: libertad, imperio, estilo
682 Lillo, Barros Arana; los que imitaron sus métodos y su energía”, 7 a quienes Bello en vida reconoció manteniendo sus libros (por ejem- plo, de Barros Arana 8 y Amunátegui). 9 Habría que agregar a esta lista a todos quienes de alguna forma participaron de su espíritu en la historia, en el Derecho y en la poe- sía. Habría que nombrar incluso a los hermanos Bilbao, a Lastarria, a Encina —con todo su desdén—, a Arturo Alessandri Rodríguez, a Carlos Pezoa Véliz, Rubén Darío, Augusto d’Halmar, Pedro Prado, Magallanes Moure, Rosamel del Valle, Gabriela Mistral, a Neruda, a la familia Parra, uno de cuyos miembros, Violeta Parra, sintetizó en un solo verso la “Oración por todos”. La lista se prolonga hasta personajes como Lidia Contreras, lingüista que viene a significar la deriva archi profesional y especializada de la herencia de Bello en el siglo XX. También a los pequeños funcionarios, grises y anónimos, que hi- cieron de la discreción de Bello un estilo estatal. 10 Y, por supues- to, los personajes excéntricos bellistas, que proliferaron por toda 7 Edwards Bello ( 1965 , p. 175 ). El pariente de Joaquín Edwards, Guillermo Edwards Matte, había preparado un cuadro de la descendencia en Chile de Bello. Ver Caldera ( 1964 , p. 38 ). 8 Velleman ( 1965 , p. 126 ). 9 Ibid. , p. 118 . 10 En su artículo sobre los “Escribanos”, Bello realiza una descripción de este oficio que consiste en redactar los contratos ajenos, para el que se requiere conocer to- das las implicancias de las expresiones. “Es el escribano el sujeto que extiende los contratos, y que, si no tiene mucho cuidado en el ejercicio de esta delicada función, puede todos los días causar males irreparables, por falta de lo que debe saber para estar advertido y advertirlo a los contratantes, por no conocer el valor de las ex- presiones, y usar de las que dejan un sentido ambiguo, o tal vez de las que admiten una inteligencia del todo contraria a lo que se quiso expresar en la estipulación, por omitir cláusulas que son esenciales a los contratos, y por otras muchas causas, todas independientes de aquella malicia, que hace abusar torpemente del oficio con ma- nifiesta quiebra de la verdad, y conocido fraude […] debería exigirse al escribano un caudal de conocimientos no vulgares, no solo de aquella rutina, de que se usa en nuestras escribanías, y de lo que es necesario para extender bien un contrato [...] sino de la gramática de su idioma, de la propiedad de las voces y del modo de escribirlas, no menos que de regulares principios de aritmética, pues de todo esto necesita para saber y poder desempeñar su oficio con arreglo y verdad”. “Escriba- nos”, en Bello (Vol. XVIII, pp. 594 - 7 ). El escribano es así una versión en miniatura del gramócrata. Debe conocer la gramática para conocer el mundo de las relaciones humanas y debe conocer estas relaciones para expresarlas en la gramática. De su pericia dependerá en buena medida el gobierno interior de esas relaciones.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=