Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

668 la comunicación y Bello lo entiende así, muy claramente, sin olvidar que se trata con ruinas, y que el estilo, la flor, es otra ruina extraña a sí misma: es una readecuación gramática. Un aspecto que además resulta sorprendente es cómo esta intui- ción —que, a pesar de ser mera intuición, mueve tantos actos suyos— guarda un parecido con la tesis de Walter Benjamin: de alguna mane- ra, con su presencia, esa flor aglutinaba las ruinas, les daba un sentido. Bello siempre estaba haciendo una narrativa, en cada uno de sus es- critos sobre historia, ciencia, literatura, Derecho, intenta impregnar de un sentido edificante los acontecimientos. 567 Es decir, por mucho que Bello en las disputas históricas haya abo- gado por una “historia narrativa” frente a una “historia filosófica”, se entiende en qué sentido esa narrativa suponía también una filosofía. Esta es la imagen que desarrolla José Martí, a propósito del mismo Bello, cuando enfrenta al guerrero y al poeta en torno a la ruina: Eduardo Blanco encierra en espacio breve, cuadro bello. Ve al gue- rrero que pasa, triunfante y asolador; y al poeta que llora sobre las ruinas, como evocando las sombras de los infortunados que las poblaron; y como rogando a las piedras derruidas que se animen a su voz, y se junten de nuevo, y vuelvan a ser casa y palacio. El canto del poeta, como paloma blanca, se cierne sobre la guerra. 568 La belleza no es la eterna columna dórica, esa adusta, fundamental y resplandeciente figura de la edificación clásica; es una flor en medio de la ruindad de aquella columna. Una flor —como en el poema de Walt Whitman, ha “agrietado” la piedra—, es esa una flor dórica. Para Bello, en cambio, esa flor solamente ha conseguido hermosear lo que está ineludiblemente caído. No se trata de remitirse a la fuer- za de belleza que pueda haber en la naturaleza (como es el caso de 567 “El cronista medieval podía enumerar hechos sin explicarlos mutuamente, otor- gándoles causas y efectos. Esos hechos estaban flotando en el flujo del plan di- vino. Pero el historiador moderno debe hacer otra cosa: explicar los hechos en relaciones mutuas, no basta enumerarlos. El cronista los inscribe en el gran curso inescrutable del mundo […] En el narrador se preservó el cronista, aunque como figura secularizada”. Benjamin ( 2003 , p. 467 ). 568 Martí ( 1995 , p. 212 ).

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