Andrés Bello: libertad, imperio, estilo
665 nueva, cuya acción es imposible dirigir y calcular, si no se emplean instrumentos conocidos, en manos acostumbradas a usarlos. 560 Hay además una lucha entre los siglos, entre sus verdades, que va dejando en ruinas la historia. Esas son luchas entre las ideas mismas de la historia. La ciencia y la naturaleza se nutren de estas ruinas. Es- cribe Bello, a propósito de la polémica sobre las formas de escribir y estudiar la historia: [La filosofía de la historia] es todavía una ciencia fluctuante; la fe de un siglo es el anatema del siguiente; los especuladores del siglo XIX han desmentido a los del siglo XVIII; las ideas del más elevado de todos éstos, Montesquieu, no se aceptan ya sino con muchas restricciones. ¿Se ha llegado al último término? La posteridad lo dirá. Ella es todavía una palestra en que luchan los partidos: ¿a cuál de ellos quedará definitivamente el triunfo? La ciencia, [ 251 ] como la naturaleza, se alimenta de ruinas, y mientras los sistemas nacen y crecen y se marchitan y mueren, ella se levanta lozana y florida sobre sus despojos, y mantiene una juventud eterna. 561 Existe una lectura de Andrés Bello que puede parecer romántica: 562 lo considera un esteta político, ve en él la ampulosidad de Virgilio; lo considera un entusiasta de la existencia nacional, un enemigo del escepticismo. Para ocupar los términos de Walter Benjamin, esta lec- tura ve en Bello a un estetizador del Derecho. Esta lectura es, a mi parecer, muy equivocada. Comencemos por una breve recapitulación. Las genealogías —o mejor dicho mitogenealogías— del Sacro Imperio se las habían 560 Ibid ., pp. 440 - 1 . 561 “Modo de estudiar la historia (segundo artículo)”, en Bello (Vol. XXIII, pp. 251 - 2 ). Este artículo fue publicado en El Araucano, número 913 , en 4 de febrero de 1848 . 562 Esta lectura está unida a la historia ideológica de Hispanoamérica y de la nación chilena. Contribuyeron a ella los primeros bellistas, pero, en general, corres- pondió a un intento deliberado por transformarlo en un prócer, una mitología del republicanismo decimonónico. Lo paradójico: fue aquella mitología la que, en buena medida, es responsable de la sobrevivencia simbólica de un personaje como Bello tan reacio a cualquier entronización, especialmente la suya.
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