Andrés Bello: libertad, imperio, estilo
664 y se expandieron en ese espacio donde después solo pudo haber rui- nas. Las artes, los comercios, las fiestas, en contraste a los lagartos cir- culando por los templos, son un mísero rastro de lo que hubo. ¿Cómo ha podido Volney reflexionar sobre el paso del tiempo, sobre la ruina, y saber que está ante ellas? Lo sabe porque antes de verlas ha leído, ha sabido de la historia, el lenguaje escrito le ha dado el repertorio de los pensamientos. Ese registro, precario e insignificante al lado de los grandes acontecimientos que gobernaron los tiempos de esplendor, es el que distingue a la ruina de la piedra. Hemos visto que Bello presenta una versión más bien positiva de la historia romana y de su prolongación en la imperialidad española. Sin embargo, Bello también creía que había un lado muy negativo, como hemos tenido ocasión de ver, y que, por lo tanto, había un aspecto ruinoso que no era nuevo, ni solo colonial, sino que se remontaba mucho más atrás: Si las leyes llevan siempre la estampa del régimen bajo el cual se han formado, las nuestras, herencia del despótico imperio romano, amal- gamadas con la doctrina de falsas decretales, fraguadas en siglos de tinieblas, y con los fueros de una nación guerrera y bárbara, mal po- dían adaptarse al espíritu de nuestras instituciones democráticas. 559 Y, al pensar en las soluciones a este mal de siglos, descarta la revolu- ción como opción, optando por aquellas que conocen a cabalidad el objeto de su conmoción: Revoluciones que hayan mejorado verdaderamente la suerte de los pueblos no han sido por lo regular sino aquéllas en que se han aplicado remedios, por decirlo así, caseros a males generalmente sentidos. En lugar de teoremas de derecho público, se tienen en- tonces a la vista objetos prácticos, limitación de una prerrogativa o la vindicación de un derecho específico; y no se pone en plan- ta para la consecución de estos objetos una máquina enteramente 559 “Publicidad de los juicios”, en Bello (Vol. XVIII, p. 439 ). Publicado en una edito- rial sin título de El Araucano , número 9 , del 31 de noviembre de 1830 .
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