Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

657 ¡Qué triste y amarilla arde mi lamparilla! ¡Oh Virgen del Carmelo! aleja, aleja el vuelo de estos desoladores ángeles enemigos; que no talen mis flores, ni atizonen mis trigos. Ahuyenta, madre, ahuyenta la chusma turbulenta; y te pondré en la falda olorosa guirnalda de rosa, nardo y lirio; y haré que tu sagrario alumbre un blanco cirio por todo un octavario. 548 Lo que viene a continuación es un terremoto cósmico en que la casa misma parece levantarse, impulsada por el viento: ¡Funesta sombra! ¡Tenebroso espanto!... Amedrentado el corazón palpita... y la legión de Lucifer en tanto, reforzando la trápala y la bulla, a un tiempo brama, gruñe, llora, grita, bufa, relincha, ronca, ladra, aúlla; y asorda estrepitosa los oídos, mezclando carcajadas y alaridos, voz de ira, voz de horror, y voz de duelo. ¡Qué fiero son de trompas y cornetas! ¡Qué arrastrar de cadenas por el suelo! ¡Qué destemplado chirrio de carretas!... ¡Ya escampa! Hasta la tierra se estremece, y según es el huracán, parece 548 “Los duendes”, vv. 91 - 108 , en Bello (Vol. I, pp. 231 - 2 ).

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