Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

651 Santiago, 25 de abril de 1846 […] La confesión que hace Miguel Garnham de no ser un professed gar- dener me da mala idea de su pericia, aun cuando yo, contra todo or- den y experiencia, le quiera suponer muy modesto. Por otra parte, no tenemos antecedentes alguno, ni aun presunción razonable de que sea el oficio, porque el certificado de Ralph que devuelvo, sólo alude a honradez y juiciosidad, cualidades que acá, a nuestro modo de entendernos, son muy compatibles con ejercer un cargo que no se sabe desempeñar. Va a entrar ya el tiempo de los plantíos, injer- to y podas, en que más se necesita de la pericia del jardinero; y uno que no sepa, me priva de buscar y tal vez de hallar otro que en esta estación precisa hiciese algo. Sin embargo, como se trata de un género tan escaso, creo que debe contratarse a Garnham, a todo riesgo; pero, siendo en rigor un en- sayo el que se va a hacer, creo igualmente que no debe ofrecérsele el mismo salario que a otro de quien nos constase que sabía algo. 533 A tres días del envío de esta carta, Mariano Egaña le escribe otra vez. Está obsesionado con la mujer del jardinero: Santiago, 28 de abril de 1846 Mi muy apreciado amigo y señor: Siento que nos quedamos sin Garnham, porque he formado buen concepto de su corazón y he creído que podría suplir bien, a falta de otro jardinero probado y reconocido. No sé de qué provengan sus desconfianzas. El debe estar seguro de que no le despediré, sino dándome un motivo más que calificado, porque mi natural tenden- cia es a mantener más bien a los malos, por muchas causas que den para ser despedidos, que a deshacerme de los que sean tolerables. Cuando he propuesto pagar a su mujer dos pesos, lo he hecho pu- ramente por consideración a él, porque ella para nada me sirve; y me es absolutamente indiferente añadir estos dos pesos al salario de él y que la mujer quede libre de toda obligación, y aun de venir a 533 Ibid ., p. 126 .

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=