Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

631 envía sus traducciones de Victor Hugo —“A Olimpio” y “Las fantas- mas”— a la revista Ambas Américas, en Londres. Se trataba de un uso muy romántico. Por mucho que haya tenido un fuerte anclaje nacional, el romanticismo repartió sus filiales por las periferias del mundo occidental, con lo que su carácter internacional se hizo innegable. Estas filiales iban desde traducciones hasta obras de grandes inspiradas en las de otros grandes, que ahora nos parecen de estatura similar. 490 Pagni postula que los translations studies se han ocupado mucho de la traducción que el centro hace de la periferia, pero han “descuida- do” la operación inversa, es decir, la traducción que hacía la supuesta periferia. En esto, el papel de Bello fue primordial. 491 En efecto, la aduana espiritual de Bello, con su carga estilística tan inconfundible, no puede descuidar qué y cómo entra Europa en Chile, y en lengua es- pañola, en territorio americano. De hecho, Pagni propone, a la luz de Venuti, entender las traducciones de Bello con la intención de cons- truir “una identidad hispanoamericana poscolonial”. 492 Andrés Bello recibe las producciones europeas y las adapta al pú- blico. Esta recepción y adaptación es todo un capítulo en su obra y su actividad. Muchas veces las hace de colador, pero también otras tan- tas de estilizador, como sugiere Planchart. Esta actividad de receptor y adaptador es, además, algunas veces, la de un fino y hasta siniestro censor. Como ya lo señalé, el también dramaturgo Fernando Debesa comparó con ojo atento la Therese de Alexandre Dumas padre y la Teresa que tradujo Bello para ser representada en las tablas chilenas. El descubrimiento de Fernando Debesa es impactante. Bello efectuó 490 En el siglo XX, Anna Ajmátova, por ejemplo, dedicó un ensayo a precisar la in- fluencia del Adolphe de Benjamin Constant sobre los escritores rusos de la prime- ra mitad del siglo XIX, y especialmente sobre Pushkin, cuya Tatiana, protagonista de Eugene Onieguin , un personaje romántico, en el borrador del poema, lee la obra de Constant, cuando está en casa de su poco convencional amigo, y “a través de sus páginas adivinaba el verdadero carácter de su héroe”. La frase es instructi- va porque las traducciones eran formas de entenderse a sí mismo o al objeto del deseo. En la estrofa XXII del capítulo VII del borrador de Onieguin , precisa Aj- mátova, y recuerda al lector que en la versión definitiva Pushkin no lo menciona como tampoco las otras dos novelas del borrador: Melmoth , de Maturin, y René , de Chateaubriand. Ver Ajmátova ( 2012 , pp. 219 - 20 ). 491 Pagni ( 2009 , p. 105 ). 492 Ibid. , p. 84 .

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