Andrés Bello: libertad, imperio, estilo
625 que ha quedado de este importante trabajo, sobre incompleto, se halla escrito en letra tan ininteligible, que, solo a costa de mucha paciencia y labor, he podido descifrar lo que inserto a continuación”. El arreglo de Amunátegui dice: Se ha pretendido que el traductor de una obra antigua o extranjera debe hacer hablar al autor que traduce como éste hubiera proba- blemente hablado, si hubiera tenido que expresar sus conceptos en la lengua de aquél. Este canon es de una verdad incontestable; pero sucede con él lo que con todas las reglas abstractas: su aplicación es difícil. En todo idioma, se han incorporado recientemente, di- gámoslo así, multitud de hechos y nociones que pertenecen a los siglos en que se han formado, y que no pueden ponerse en boca de un escritor antiguo, sin que de ello resulten anacronismos más o menos chocantes. ¡Cuántas voces, cuántas frases de las lenguas de la Europa moderna envuelven imágenes sacadas de la religión dominante, del gobierno, de las formas sociales, de las ciencias y artes cultivadas en ella; cuántas voces y frases que fueron en su origen rigorosamente técnicas, empleadas luego en acepciones se- cundarias, han pasado a la lengua común, y han entrado hasta en el vocabulario del vulgo! ¿Y qué pudiéramos traducir con ellas las ideas de un poeta clásico, y de los personajes que él hace figurar en la escena, sin una repugnante incongruencia? Pues de esta especie de infidelidad adolecen a veces aun las mejores traducciones; y lo que es más notable, traductores ha habido que lo han juzgado lícita, y que, en la versión de un autor antiguo, han preferido las voces selladas con una estampa enteramente moderna, teniendo otras de que echar mano para reproducir con propiedad y pureza los pensa- mientos del original. Parecerá increíble que, traduciendo a César o a Tácito, se dé a la Galia el nombre de Francia, y a la Germania, el de Alemania. Pues así se ha hecho, y por hombres nada vulgares. 473 Bello cree que la historia misma requiere de ser traducida, que ella no es transparente en el lenguaje. Esto hace difícil desentrañar la 473 “La Ilíada. Traducida por Don José Goméz Hermosilla”, en Bello (Vol. IX, p. 418 ).
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