Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

622 Media en manos de quienes se empapaban de culturas distintas (la árabe para ser exactos), y de esta forma traducían los conocimientos que los mismos árabes habían ya traducido para provecho de quienes recién comenzaban a beneficiarse: antes de las invasiones sarracenas, solamente la Iglesia ejercía la medicina, apunta Bello. 465 Las traducciones serán centrales en el comercio transatlántico de las ideas y las bellezas. Habrá toda una producción traductora de la cual no podemos hacernos cargo aquí, pero podemos comenzar por explicar qué entendía Bello por los tipos de traducciones: [Están] las de simples traductores; la de aquéllos que adaptan una obra extranjera, introduciendo en ella alteraciones de alguna im- portancia; y la de aquéllos que, refundiendo en una la doctrina de muchas, producen otra que en la forma, en el método, en las apli- caciones a las circunstancias locales, tiene caracteres señalados de novedad y utilidad. 466 465 Y agrega: “ La filosofia Aristo[té]lica ó arábiga continuaba comunicandose de Espa- ña y Africa al resto de Europa, pr[incip]alm[en]te por medio de los Judios; sobretodo á Francia é Ytalia que en los siglos 10 y 11 estaban inundadas de Judíos. La Corte mis- ma del Papa estaba llena de Judios. Hacianse lugar por la profesion de la medicina, que les era facil cultivar por el conocim[ien]to del Arabe. Traducciones de Aristoteles y de los medicos y matematicos Griegos, del arabe al Hebreo, hechas por estos tiem- pos se conservan en algunas bibliotecas. (Fab. Bib. Graeca XII, 254 .) Uno de los mas eminentes de estos eruditos Judíos fué Moyses Maymonides, Medico, filóso[f]o, as- trologo y teólogo, educado en Cordoba baxo Aberroes; murió por 1208 . Estos eruditos Judios empezaron á florecer en las escuelas arabigas de España desde el siglo 9 .° (Leo Afric. de Med. et Philos. Hebr.) Leon Africano habla de Platea bibliothecariorum Cordoue, Calle de libreros, en 1220 ” . Cuadernos de Londres, cuaderno III, en Bello ( 2017 , p. 168 ). 466 “Derechos de autores”, en Bello (Vol. XVIII, p. 714 ). Y explica: “A primera vista, parecerá que no hay necesidad de emprenderlas en Chile, porque podemos valer- nos de las publicadas en otros países, reimprimiéndolas o traduciéndolas. Pero, en primer lugar, casi no hay materia alguna de enseñanza en que los elementos adaptados para un colegio europeo, por ejemplo, no admitan útiles modificacio- nes y adiciones, si se trata de aplicarlos a nuestra localidad, instituciones y demás circunstancias. La de derecho canónico que da a luz actualmente el Reverendo Obispo Electo de Ancud, suministra el mejor de los ejemplos que podemos citar. Supongamos que se trate de un curso de historia universal. Puede haber conside- raciones gravísimas para que una obra extranjera, excelente bajo muchos respec- tos, no pueda aceptarse en todas sus partes. Se haría tal vez con ella un presente funesto a la juventud estudiosa, traduciéndola literalmente; al paso que, separan- do cuidadosamente las ideas peligrosas o inadaptables, se lograría proporcionar a los alumnos de historia un buen libro, superior a todos los otros conocidos, para este objeto especial. Hay más: en los cursos de historia universal, cada autor da más o menos extensión a una parte, según el país en que escribe. Un historiador francés desenvuelve con más amplitud lo relativo a su nación, y pasa rápidamente

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