Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

616 claridad y profundidad La variedad de temas que Bello estudió y sobre los cuales escribió, respondería según Guzmán Brito a que Bello “no escribía por mera satisfacción intelectual o por servir a una genérica necesidad cultural, sino en vista de cierta carencia o deficiencia, de tal vicio observa- ble en el funcionamiento de las instituciones, o de aquella mejora o modernización deseable”. 454 Bello estaba al servicio del país, es esta la visión abnegada sobre Bello, en la cual el hombre se sacrifica por ilustrar a los demás. ¿Cómo mantener el sentido de la personalidad total de Bello sin dejarse absorber por las peculiaridades de cada una de las disciplinas en que tuvo no poco que decir? Para responder esta pregunta es preciso pensar en qué hizo Bello en general. Y, en general, puede decirse que Bello no fue un precursor ni un especialista consumado en cada una de las disciplinas, pese a las grandes loas que le dedicaron generaciones posteriores. Rosenblat indicó que la obra de Bello era “más impresionante por su conjunto que por cualquiera de sus páginas”. 455 Fue, como he dicho, un divulgador. Lo cierto es que era un divulgador porque era un pedagogo. Toda narrativa en él, toda textura histórica, era funcional a la elaboración de esquemas, jerarquías, de- finiciones, secuencias de requisitos, todo a fin de enriquecer, de am- pliar ciertos conceptos y temas que él consideraba primordiales. Su Derecho Romano es una extensísima consecución de terminologías, definiciones de las cuales emerge una prístina doctrina. Sus Principios de Derecho de Gentes son en medida importante el perfeccionamien- to de Vattel y su codificación. Todos los ilustrados de su época, nos dice Amado Alonso, “sentían la misión de enseñar lo que aprendían; hacerse culto no bastaba si no se hacía culto a los demás”. 456 Bello estaba entre aquellos ilustrados. No era un redactor de sorprendentes juicios sintéticos como los románticos. Cuando los hay, son introduc- torios, periodísticos, pero no son el centro de sus textos. Su pluma no 454 Guzmán Brito ( 1982 , p. 106 ). 455 Rosenblat ( 2002 , p. 343 ). 456 “Prólogo” de Amado Alonso, en Bello (Vol. XI).

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