Andrés Bello: libertad, imperio, estilo
599 o al menos no el que quisiera Sarmiento. Hay en esta diatriba algo de la clásica expulsión de los poetas. Bello es un poeta a quien el filósofo Sarmiento quiere expulsar, un “literato” en un sentido cada vez más finisecular. Fiel a su estilo, el mismo Sarmiento edulcoró sus dichos sobre Bello en un artículo posterior: “Es muy material entender que, al hablar del ostracismo, hemos querido deshacernos de un gran literato”. A pesar de esas precisiones, no es casual entonces que Borges haya visto en la actitud de Sarmiento una desconfianza hacia la literatura sola, sin todo lo demás que la hace excitante para espíritus no especialmente esen- cialistas. Recordemos que Bello fue de los libertadores de mera pluma, mientras que Sarmiento había sido hombre de espada y bayoneta (para decirlo con todas sus letras). En fin, Borges dice sobre Sarmiento: A esa categoría de escritores que no puede explicar la mera razón, pertenece nuestro Sarmiento [...] es demasiado complejo —o acaso demasiado sencillo— para el análisis. La virtud de la literatura de Sarmiento queda demostrada por su eficacia. 428 Frente a las invectivas de Sarmiento y Vicente Fidel López, que aboga- ban por entregar la lengua al dictamen del pueblo, Bello, bajo pseudó- nimo, argumentó que eran los sabios quienes debían dar cabida a for- mas nuevas de la lengua, pues abandonarla al pueblo, según él, era tan desatinado como pretender que el pueblo mismo redactara las leyes. Esta postura contrastaba con su tesis en la Gramática , donde argu- mentaba que la lengua pertenece al uso coherente y constante que se hace de ella, pertenecía en última instancia a sus usuarios, es decir, al pueblo americano. ¿Incurría en una contradicción? No necesariamen- te. Bello asumía una postura conservadora, elitista, aristocratizante, frente al radicalismo de jóvenes románticos, pero, a su vez, se sumía en la geopolítica independentista cuando se trataba de reafirmar la emancipación, incluso en el ámbito de la lengua, de los pueblos ame- ricanos. Es decir, Bello creía que el pueblo era el autor de la lengua, pero no creía que el pueblo se educase solo. Y por eso se justificará su 428 Borges ( 2011 , p. 178 ).
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