Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

586 De Meneses nos enteramos demasiado cuando nos referimos a la abolición del mayorazgo. José Joaquín de Mora sale, en cambio, a pito del estilo. Su estilo lo hará muy antipático y un tanto ridículo. Bello, por su parte, aprovechará esta diferencia, le sacará un partido que iría en el sentido de los ideales progresistas compartidos con Mora. Sin embargo, Bello y Mora sí estaban en algo de acuerdo: el idio- ma español de los chilenos les parecía un descalabro. Cuenta Miguel Luis Amunátegui que, cuando José Joaquín de Mora y Andrés Bello llegaron a Chile, “fueron sometidos a un verdadero tormento al oír cómo hablaban los chilenos, i al leer como escribían”. Y también cuenta algunas anécdotas referidas precisamente a luchas políticas, con la excusa de la lengua, en las cuales Mora se deslenguó mientras que Bello parece haberse ayudado de personajes vociferantes. En el Liceo de Santiago, Mora leyó una Oración Inicial que tenía por objeto molestar a los profesores franceses que eran mayoría en el Colegio de Santiago. Sus palabras fueron muy duras, hablaban de la pureza de la lengua castellana: En esos impuros manantiales, bebe nuestra juventud los principios del saber; de este fango inmundo, debe lanzarse a la esfera de la vida pública; feliz cuando evita el yugo de algún pedante ultrama- rino que empieza a iniciarse en la lengua que va a servirle de in- térprete el mismo dia en que abre su almacén do enseñanza ruti- nera, i que, semejante al sofista de que habla Cicerón restituye los alumnos al hogar paterno doblemente mas estúpidos, que cuando vinieron a sus manos. 394 Los franceses respondieron con varias publicaciones en El popular contra Mora. Y como este último hizo correr la voz de que Bello es- taba tras estas publicaciones, Bello tuvo que salir a desmentirlo en El Mercurio de Valparaíso , explicando que no era todo suyo. Había en el estilo de Bello y Mora una diferencia de velocidad. En Chile y en otros lugares, Mora quedó convertido en el atarantado pa- radigmático. Bello, por el contrario, en un paquidermo que llega lejos. 394 Citado en Miguel Luis Amunátegui ( 1882 , pp. 319 - 20 ).

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