Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

580 Pero tanto para esos clasicistas como para los románticos, el Cid era la obra libre sobre un hombre libre, como señala Llorens: Para Blanco, el Poema del Cid era la temprana revelación del genio nacional que había de manifestarse en aquella Edad que produjo las figuras de Fernando el Santo y de don Álvaro de Luna, el Rey Sabio y don Juan Manuel, la poesía de Manríque y la obra de Rojas. Todos ellos, poetas, santos, guerreros y hombres de Estado, le impresio- nan por su personalidad humana y literaria, por su originalidad in- contestable. En aquella Edad es cuando las grandes capacidades na- turales de los españoles parecen haberse manifestado de un modo más espontáneo y vigoroso. 375 Blanco White apostó, por ejemplo, a la tesis según la cual La Ce- lestina era obra de un único autor, solventando así el principio ro- mántico de la unidad del genio. 376 Como hemos visto, esta misma certidumbre es la que es capaz de escarbar y restaurar una especie de “original” para el Cid . En tanto poeta, Blanco fue el autor de uno de los poemas en inglés más admirados por Coleridge, “Mysterious Night”: Mysterious Night, when our first parent knew Thee from report divine, and heard thy name, Did he not tremble for this lovely frame, This glorious canopy of light and blue? Yet neath a curtain of translucent dew, de Europa ”, en el cual explica con cierto entusiasmo: “No se debe confundir el lenguaje con el estilo. La antigüedad del lenguaje no siempre corre pareja con la simplicidad y aun rusticidad del estilo; calidades en que influyen no poco la ins- trucción, ingenio y gusto particular del autor, los modelos que se propone imitar, la clase de lectores a que se destina su obra, el género de composición y aun la especie de verso en que escribe”. En Bello (Vol. VII, p. 456 ). Al parecer, Bello desconocía el que los poemas de los trovadores iban acompañados de notación musical para ser cantados. Ese punto cambia la percepción de la sinalefa. En la época moderna, solo era posible indicarla en la escritura alfabética, desprovistos como están los versos en ese soporte de otros marcadores rítmicos que los signos de puntuación y las cremillas (para indicar sinalefas). 375 Llorens ( 1980 , p. 46 ). 376 Ibid. , pp. 43 y ss.

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