Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

572 a Juana Facompré, e improvisar para honor de ella un soneto, cuyos seis últimos versos dicen: ¿Quién no escucha la célica armonía que con alegre estrépito resuena del abrasador sur al frío norte? ¡Oh Juana! Gritan todos a porfía; jamás la Parca triste, de ira llena, de tu preciosa vida el hilo corte. 357 La ópera en Chile no gozó en los primeros tiempos de una reunión casi religiosa, como ocurría cada vez más intensamente durante el siglo XIX en las capitales europeas. Se redujo al Municipal de Santia- go y el Victoria de Valparaíso. Las compañías eran casi ambulantes, con problemas poco profesionales, casi los que darían después asun- to a la ópera I Pagliacci . Y el público santiaguino, que colmaba los palcos y arrastraba humanamente los coches de las divas, tendía a la vida social en esos recintos, así que Edwards Bello sostuvo que el espectáculo estaba más entre los asistentes que en el escenario mis- mo. El espectáculo en los palcos era típicamente una mise-en-scène heredada de Francia, de aquellos públicos aristocráticos en torno al teatro corneliano. 358 La ópera nunca llegó a ser un género propiamente nacional. Isido- ra Zegers, cuya tertulia frecuentaba Andrés Bello, traía la música de Rossini y la difundía. 359 La vida aldeana de Chile de ese entonces tenía algo de las óperas cómicas de aquel maestro de las melodías progre- sivas, que acontecían entre las enredaderas de balcones del mundo latino. No por casualidad, Ramón Carnicer ( 1789 - 1855 ), el autor de 357 “A una artista”, vv. 9 - 14 , en Bello (Vol. I, p. 34 ). 358 Una manifestación del feudalismo de la fronda en los teatros mismos. Escribe Paul Bénichou: “Así, la tragedia corneliana es doblemente un espectáculo, puesto que las grandezas que representa son ya espectáculo en la vida, antes de llegar a serlo en segundo grado en la escena. El público participa a la vez de dos fiestas, una social, la otra literaria”. Bénichou ( 1984 , p. 22 ). 359 Bocaz ( 2000 , p. 149 ).

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