Andrés Bello: libertad, imperio, estilo
566 La “presunta perfección” que Jocelyn-Holt señala, expresa, preci- samente, la desconfianza que los jóvenes tildados de románticos sien- ten hacia Bello. Y qué duda cabe, toda la poesía de Bello adolece de “presunta perfección”, y él, claro está, lo sabe. Sus lágrimas ante la lectura de Los miserables de Victor Hugo tienen este trasfondo. Parece haber comprendido que la obra maestra no es la obra perfecta, y que, como dice esa frase atribuida a Delacroix, hay que arruinar la pintura para poder concluirla. Los hijos de Bello, en tanto, fueron descritos como figuras loca- les del romanticismo. En Las primeras representaciones , Miguel Luis Amunátegui inscribe a Carlos Bello Boyland entre estos románticos afrancesados, en su caso, un típico romántico que ejerció funciones legislativas y algunas destinaciones. Su obra teatral Los amores del poeta —“un petit drama francés” ironizó Sarmiento—, 346 transcurría en una aldea vecina a París. Amunátegui describirá su estreno dicien- do que “no había una sola luneta desocupada, ni un solo palco vacío”, y que “todos los espectadores escuchaban con un silencio profundo, que solo era interrumpido de cuando en cuando por una salva de aplausos”. Amunátegui no se quiso referir a algunos poemas de Carlos Bello, porque le habían dejado “una impresión desfavorable”. Cuenta, además, que el 8 de junio de 1849 la Cámara de Diputados por 23 vo- tos contra 18 rechazó que Carlos Bello la integrara por ser extranjero, pero después lo reconsideró y pudo ser diputado. Como si fuese el diputado romántico Giuseppe Verdi, “no presentó ninguna moción importante, ni pronunció ningún discurso notable” (no era muy ne- cesario, estaba junto a Montt y Varas como parlamentario). El 24 de agosto de 1852 le encargaron los negocios en Ecuador para que ayu- dase a recomponer las relaciones estropeadas por las discrepancias 346 Miguel Luis Amunátegui ( 1888 , p. 317 ). Sarmiento escribía de Los amores del poe- ta , en el número 82 de El Progreso : “[su] tela es muy pobre de interés nacional i del todo ajena a nuestras ideas i costumbres, no obstante de estar estampada de tan brillantes colores, que no puede uno negarse a recibirla”, ibid. , pp. 316 - 7 . En lo que respecta a Rafael Minvielle, Amunátegui recuerda que, al acontecer “la revo- lución que estalló en Quillota”, ibid. , p. 323 . El 12 de julio de 1837 tuvo que hacer la defensa del coronel José Antonio Vidaurre: “El abogado improvisado, que nunca había estudiado la jurisprudencia, solo dispuso de una hora escasa para meditar, componer i borronear su alegato”, ibid ., p. 323 . Luego, y para combatir la fiebre del oro, escribió la comedia Ya no voi a California , ibid ., p. 326 .
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