Andrés Bello: libertad, imperio, estilo
548 Monegal lo instaló, con El otro Andrés Bello , en las proximidades del romanticismo (obviamente, el gran uruguayo reconoce la formación clásica de Bello, si bien precisaba que “decir neoclásico es vender a Bello barato en todo el sentido de la palabra”). 289 Incluso en vida de Bello, más de un siglo antes que Rodríguez Monegal, Domingo Fausti- no Sarmiento lo había señalado como el autor oculto tras el anónimo y famoso poema sobre el incendio de la iglesia de la Compañía de Jesús, que era de factura romántica, y en 1881 Julio Bañados Espinosa sostuvo que Bello “en sus versos supo combinar con rara habilidad la corrección clásica con la habilidad romántica”. 290 Y, a pesar de eso, a la hora de las definiciones, afirmará, así como al pasar en un apéndice de sus Principios de la ortología y métrica : “El verso no es otra cosa que el razonamiento reducido a ritmo”; 291 mientras que en un artículo publicado en El Araucano se burlará de los neoclásicos, explicando: “Muy poco tiempo hace que los poetas de Europa recurrían a la histo- ria pagana en busca de imágenes, e invocaban a las musas en quienes ellos ni nadie creía; un amante desdeñado dirigía devotas plegarias a Venus para que ablandase el corazón de su querida”. 292 289 Así se expresó en un famoso congreso sobre Bello en Londres, celebrado con oca- sión del bicentenario de su nacimiento. “Bello y la literatura inglesa en el primer tercio del siglo XIX”, en Rodríguez Monegal ( 1969 , p. 115 ). 290 Bañados Espinosa ( 1966 , p. 106 ). 291 Principios de la ortología y métrica , en Bello (Vol. VI, p. 335 ). Y más adelante, sin embargo, acusa a la ahistoricidad de la teoría literaria neoclásica: “Autores hay que se han empeñado en reducir a un mismo sistema la versificación antigua y la moderna, asegurando que las largas y breves de los griegos y latinos era lo mismo que hoy entendemos por acentuadas e inacentuadas, o hablando con más propiedad, por agudas y graves. Pero esta opinión no puede conciliarse con la diferencia que a cada paso se hace entre lo grave y lo breve, lo agudo y lo largo, en los escritos de los más antiguos filósofos y gramáticos”, ibidem . Parece que, como estudioso de la historia de la lengua y la poesía, Bello ya no podía creer en estruc- turas poéticas canónicas inalteradas, pero a la hora de las síntesis, Bello tropezaba en fórmulas neoclásicas pese a todas sus precauciones. Porque, en cierta manera, eran inevitables. 292 “Modo de estudiar la historia (segundo artículo)”, en Bello (Vol. XXIII, p. 250 ). En otro artículo abunda sobre este defecto de la poesía llamada “neoclásica”: “En la poesía bucólica de los castellanos, ha sido siempre obligada, por decirlo así, la mitología, como si se tratase, no de imitar la naturaleza, sino de traducir a Virgi- lio, o como si las églogas o idilios de un siglo y pueblo debieran ser otra cosa que cuadros y escenas de la vida campestre en el mismo siglo y pueblo, hermoseada enhorabuena, pero animada siempre de pasiones e ideas que no desdigan de los actuales habitantes del campo. Ni aun a fines del siglo XVIII, ha podido escribirse una égloga, sin forzar a los lectores, no a que se trasladen a la edad del paganismo
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