Andrés Bello: libertad, imperio, estilo
547 en caligrafía o letras de molde, aquello que está lejos aún de impri- mirse. Esta capacidad perceptiva, que más dice relación con cultura clásica que con intuición, es lo que le da aire y neblina de sabio, de sabelotodo. Como Dante, llama gramática a la letra estricta y perci- be posibilidad de gramática donde todavía no la hay. A diferencia de Dante, sin embargo, Bello no habría sido capaz de escribir su obra magna en un dialecto hablado por lavanderas. Esto es lo que hace a Dante “tocar la puerta del infinito” —en las palabras de Hugo— y a Bello tocar las puertas de lo finito, que, como decía Goethe, una tras otra conducen a lo infinito. La capacidad que cree tener Bello para, por medio de la gramática, interrumpir lo que se ha dado en llamar analogía romana o latina, que consiste en evitar que suceda algo similar a lo que ya antes sucedió, es producto de una extraña confianza en sí mismo y, ante todo, una confianza en la educación del género humano y el papel de su propia voluntad. Se trata de una gran realización de la libertad, de esa capa- cidad que Hugo veía en Dante de rehacerse. Esa confianza que es una convicción tendiente siempre a la acción, la que hace de Bello un intelectual eminentemente práctico, no era exclusivamente suya. La vemos presente en hombres y mujeres coe- táneos, que el solo decirlo peca de general. Adicionalmente, aquella confianza se mezclaba con un estudio de los mecanismos sociales. Se trataba de conocer el inventario de los materiales disponibles para el logro de los objetivos ilustrados. Este inventario variaba en el tiempo histórico, en los sectores sociales, en los distintos lugares del mundo. Si bien los ideales eran universales, el inventario era local. De ahí la búsqueda de una normatividad propia, de un estilo propio, eso que hemos llamado en este libro “normativi- dad propiamente americana ” . neoclásico o romántico Al hablar del “estilo” en Bello es ineludible referirse a la particular polémica entre clásicos y románticos. La mayor parte de los autores inscribió a Bello entre los primeros, pero en 1969 , Emir Rodríguez
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