Andrés Bello: libertad, imperio, estilo
536 de programa en que lo difuso no tiene ninguna carta de ciudadanía. Es neoclasicismo, si bien puede ser considerado eclecticismo. Blan- co-Fombona opina que es “positivismo”. 264 Había aquí, además, un cierto sentido común según el cual la ra- zón se hace del tiempo, y que mientras el error patente no alcance demasiada fuerza, puede convivir con verdades más o menos puras, mientras el ideal permanezca dominando la escena. En tal sentido, la filosofía digna de su nombre no puede renunciar a la unidad de sí misma, como tampoco el imperio puede renunciar a su unidad ante nuevas modalidades. La pregunta es si acaso esta armonía posible de todo lo existente no tenía por fin sino una práctica muy propia suya: la de no quejarse, lo- grar los fines, disimular, si era necesario; diseñar el conflicto, ponerlo al servicio de asuntos universales. O, mejor dicho, “imperiales”. Y es que también en el estilo moral de Bello estaba esa integridad de proseguir a pesar de todas las derrotas, ese levantarse y caminar entre ruinas, “hacerse el leso” con lo corporal. Bello era un frustrado que siempre sacaba la cabeza a flote. Su relación con las aristocracias locales era la de un habituado a ellas. La pregunta de Edwards Bello es por qué no pudo Bello llevar a cabo su programa antes. Y la respuesta que el mismo Edwards ofre- ce es que se lo habría impedido la “oclocracia” (o sea, el gobierno de la turba y los mediocres). “Bello fue esterilizado en flor por las que ha hecho para recomendarte. Tú no tienes que renunciar a tus opiniones cualesquiera que sean; pero un padre de familia en tu posición no sacrifica el porvenir de su mujer y sus hijos a pretensiones de partido, en que regularmente no hay más que miras personales, ribeteadas a veces con exageradas y peligro- sas teorías”. Epistolario II, en Bello (Vol. XXVI, p. 243 ). Carlos Bello Boyland se dedicó al teatro y la vida agradable, pero, como su padre, descreyó también de la política. Tiempo antes escribía a Andrés Bello, desde París, el 14 de noviembre de 1849 : “[…] En cuanto a Juan, siento yo lo que me dice usted respecto de él. Ya yo, por unos papeles que cayeron en mis manos, vi con pesar la parte activa que tomaba en la política. Esta es la peor de las carreras y con el genio de Juan, no trae sino sinsabores y compromisos. Espero que pronto se desengañará, y volverá los ojos a otra parte: en cualquier otro camino, con su talento no puede menos de obtener un lugar distinguido”, ibid. , p. 201 . Ahora bien, hay que con- siderar que cuando entonces se hablaba de “política” se decía con ello “socialis- mo”, “revolución”, o sea, se estaba hablando de una política que ponía en jaque el orden establecido o que lo perturbaba más de lo tolerable. 264 Blanco-Fombona ( 1966 , p. 254 ).
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