Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

532 de la falta de convencionalismo, esa “espontaneidad” que Bello veía en la libertad. Estos son rasgos definitivamente románticos, pero de un tono despolitizado. Enseguida, la imaginación empirista casi siempre está limitada por lo verosímil, pero siempre estaba, por así decirlo, abierto a lo incom- prensible, dispuesto a acogerlo, a relacionarse con la extravagancia sin ser él mismo un extravagante. La protección que daba a las inte- ligencias juveniles más avezadas se mantenía a pesar de las críticas de que era blanco. Este estilo dispuesto, imaginativo, medido, culto, lo promovía en todo orden de cosas. Por ejemplo, a propósito de las lluvias de aerolitos, las cuales habían sido consideradas patrañas vul- gares, escribió en El Araucano por 1845 (pensemos en el contexto de su inmediata Cosmografía ): Es de esperar que este ejemplo notable de los errores a que puede arrastrarnos la precipitación de nuestro juicio, hará más circuns- pectos a los hombres que engreídos de su profundo saber, niegan todo lo que no comprenden y colocan en el número de los ignoran- tes y crédulos a los que piensan que un hecho poco probable, pero bien atestiguado, y cuya imposibilidad no es evidente ni puede de- mostrarse, no debe mirarse inconsideradamente como fabuloso. 260 Explícitamente Bello extrae una moraleja para la tolerancia que se debe a las opiniones, creencias, certezas minoritarias o que bien no escribe también a parientes que había dejado de ver hace décadas; por ejemplo, a su hermano Carlos [Bello López], desde Santiago, el 25 de mayo de ese mismo 1851 : “[…] Te ruego que me escribas con frecuencia y que me hables sobre todo de nues- tra pobre madre, cuya memoria no se aparta de mí jamás. Me figuro verla, oírla, oír sus justas quejas por lo poco que por mi parte he contribuido a aliviarla en tan avanzada edad. ¡Ah madre mía! ¡Qué no me sea dado verte un momento siquiera antes del último día de mi vida! ¡Quiera Dios conservar la tuya y derramar todas sus bendiciones sobre ti! No dejes de pasar estos renglones a las manos de Concha, que es quien con más frecuencia me escribe. Háblame de mis hermanas. Dale finas y afectuosas memorias a la señora Carmen Vasalo de quien las he recibido con mucho placer después de tantos años en que no había tenido ni aun el gusto de oír su nombre. En fin, escríbeme; recuérdame a los pocos amigos de mi juventud que han sobrevivido a tantos de trabajos”. Epistolario II, en Bello (Vol. XXVI, pp. 225 - 6 ); y en otra, a su mismo hermano: “[…] Escríbeme largo y a menudo. Adiós hermano mío querido”, fechada en Santiago de Chile, 30 de diciembre de 1856 . Epistolario II, en Bello (Vol. XXVI, p. 346 ). 260 Andrés Bello, El Araucano , número 764 , Santiago, 11 de abril de 1845 .

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