Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

529 decirse de los otros poetas de la Grecia lo que al señor Hermosilla le plugo decir de Homero? ¿Han escrito todos ellos en el idioma que bebieron con la leche, sin mezclarlo con ciertas fórmulas, sin darle ciertas desinencias que constituían una especie de dialecto exclusivamente rapsódico o poético? ¿No es sabido (limitándonos a un solo ejemplo) que en los coros de las tragedias atenienses, se hace uso de voces, frases y terminaciones que no eran del pueblo ateniense, ni se empleaban jamás en el diálogo de aquellas mismas tragedias? No nos pasa por el pensamiento recomendar esta prácti- ca; pero sea buena o mala, el señor Hermosilla, alegando el ejemplo de los griegos para fundar su doctrina, se acoge a una autoridad que más bien podría citarse para defender la fraseología de Meléndez y Cienfuegos, a lo menos en parte. 254 Hay quienes ven en la individualidad una cuestión de genio románti- co, pero Bello parece encontrarla en los personajes de la poesía más clásica, entre los cuales la Dido de Virgilio, 255 además de reina de Cár- tago, es un pináculo. Bello escribe al joven poeta peruano Manuel Ni- colás Corpancho, a propósito de su poema épico Magallanes : La individualidad, la determinación, es el carácter constitutivo de una narración épica. El héroe se pone de bulto, no en expresiones generales, por elegantes y espléndidas que sean, sino en hechos concretos, que puedan hablar, por decirlo así, a los ojos, y trasla- darse al lienzo del pintor. Esta es la parte en que sobresale Ercilla y a que se reduce todo el mérito de La Araucana. ¿Se describe una tempestad? Es preciso ver sus estragos. ¿Un naufragio? Ahí está el 254 “ Juicio crítico, de don José Gómez de Hermosilla. ‘Traducciones, cuentos, silvas, y otras poesías de Moratín’”, en Bello (Vol. IX, pp. 398 - 9 ). El Araucano, de Santiago de Chile: 5 y 12 de noviembre, 3 de diciembre de 1841 y 22 de abril de 1842 , nú- meros 585 , 586 , 589 y 609 . 255 Esta mítica reina a la que Bello profesaba tanta pasión reaparece en los momentos más inesperados, como en esta ejemplificación que cita para el entendimiento de los tiempos verbales en el párrafo 686 de su opúsculo de 1847 “Análisis ideolójica de los tiempos de la conjugación castellana”: “«Al echar de ver que su fementido amante se había hecho a la vela, y la había dejado sola y desamparada en aquella playa desierta, no pudo la infeliz reprimir su dolor». Dígase se ha hecho, la ha dejado, no puede, y la narración tomará otro color”. Bello (Vol. IV, p. 42 ).

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