Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

525 favorece un poema medieval que, por cuanto tal, cargaba con toda la mala prensa que veía en él primitivismo e ignorancia. 247 Entre mu- chos, Bello es uno de esos redescubridores de la Edad Media, aquellos que creían ver una condición elevada en ella, que no despreciaron su arte, y particularmente, supo leer la poesía medieval “que modulaba nuevas notas que los antiguos hubieran escuchado sin percibirlas”, explica Benedetto Croce, refiriéndose al aspecto irracional de la his- toria. 248 Bello, por sobre muchos otros, supo valorar aquello que, para el progreso, era negativo, sin transformarlo. Las investigaciones de Bello sobre la poesía medieval muestran afi- nidad con las investigaciones de poesía provenzal trovadoresca que Goethe sugirió a Friedrich Christian Diez ( 1794 - 1876 ), y que, desa- rrolladas por este último, derivaron en la lingüística románica, la cual dio un golpe a la cátedra de los estudios de entonces al tratar las len- guas surgidas del latín vulgar, es decir las romances o neolatinas, en un conjunto independiente y no adheridas al sánscrito, que había sido la línea desarrollada por Schlegel. 249 En general, las investigaciones buscaban conseguir una mirada de la Edad Media española como un escenario de libertades, de deli- beraciones, un espacio, por así decirlo, espiritualmente liberal. De ahí que signifique una época creativa original. 250 Era un mundo no 247 He aquí entonces una alianza posible entre el genio literario primitivo y los es- tudios científicos que incrementará la época ilustrada. En su “Discurso de ins- talación”, Bello se refiere a ese genio literario, por una parte, y, por la otra, a la actividad placentera de quienes lo disfrutan, que él entiende como un placer de extensión posiblemente democrática. Las cumbres de las ciencias y la literatura no son logradas por todos, pero son disfrutadas, y así rescatadas por un mayor número. Escribe Bello: “Las ciencias y la literatura llevan en sí la recompensa de los trabajos y vigilias que se les consagran. No hablo de la gloria que ilustra las grandes conquistas científicas; no hablo de la aureola de inmortalidad que corona las obras del genio. A pocos es permitido esperarlas. Hablo de los place- res más o menos elevados, más o menos intensos, que son comunes a todos los rangos en la república de las letras. Para el entendimiento, como para las otras facultades humanas, la actividad es en sí misma un placer; placer que, como dice un filósofo escocés, sacude de nosotros aquella inercia a que de otro modo nos entregaríamos en daño nuestro y de la sociedad”. “Discurso pronunciado en la instalación de la Universidad de Chile”, en Bello (Vol. XXI, pp. 7 - 8 ). 248 Croce ( 1942 , p. 148 ). 249 Martín ( 1973 , pp. 141 - 2 ). 250 “Por ese entonces —escribe Durán Luzio— el uso de la palabra “república” se convierte en sinónimo de “creación”, de una creación propia, voluntaria e inde-

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