Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

52 Bello, ¿el gran educador de América? Uno que es descrito todo él como un educador total, “febril”, 78 en Chile, porque cree que la educa- ción es la garantía de la felicidad humana. Esta es una de las tesis pre- dominantes en el libro del dos veces presidente de Venezuela Rafael Caldera, Andrés Bello , y es correcta. Bello fue un joven educador en Caracas, maduro en Londres y un educador desenvuelto en Santiago. Su rol de educador se hacía notar en el Colegio de Santiago, en la prensa, en la documentación oficial. Destilaba “instrucción”; instruía cada vez que escribía. ¿Era un líder educacional? ¿Un profesor, un tu- tor, un divulgador, un gran rector? Sí, ¿pero basta con eso? No. ¿Puede decirse que Bello fuera eminentemente un jurista? Esta es la tesis que —explícita o tácitamente— los juristas y abogados chilenos han repetido hasta la saciedad, tratando de convencer por cansancio. Que Bello no fuera abogado de profesión, y que haya recibido una calidad graciosa de tal en Chile (la de bachiller), no es un argumento suficiente contra esta iusdefinición del perso- naje. 79 Sí fue un jurista (mejor dicho, un codificador espléndido), un pensador racional y empírico del fenómeno del Derecho. Un estudioso de todas las formulaciones jurídicas clásicas y modernas; del Derecho de gentes o internacional, de los códigos de su época y las discusiones coetáneas atingentes. No fue solamente codificador, también fue un internacionalista notable, romanista y criptoconstitucionalista, según algunas leyendas de las cuales no me plearlas a cada paso. Virgilio y todos los buenos poetas las usaron”. “Traducciones, cuentos, silvas, y otras poesías de Moratín”, en Bello (Vol. IX, pp. 400 - 1 ). 78 Incluso Caldera sostiene que Bello inculcó la “educación física” a la par de la educación moral, y que esto le venía de su época de —podemos decir aquí— “tra- pariego” (neologismo que debemos a la traducción que Selma Ancira hizo de un neologismo ruso autoría de Marina Tsvietáieva), o sea, en que caminaba mientras iba trepando montañas en Venezuela; en una de esas oportunidades acompañan- do a Alexander von Humboldt. Ver Caldera ( 1965 , pp. 158 - 9 ). Escribe, recordan- do en Londres: “La ciudad por el campo dejé un día/ y recorriendo vagoroso el bello/ distrito que a la vista se me ofrece/ el prado cruzo y la montaña trepo”. “La luz”, vv. 1 - 4 , en Bello (Vol. I, p. 79 ). 79 Miguel Luis Amunátegui dice que a Bello le hubiese bastado practicar dos años la abogacía para conseguir el título de abogado, mas no quiso. Agrega el discípulo: “Sin embargo, Bello no quiso tener un título, cuya consecución no le habría cos- tado absolutamente nada, ni ejercer una profesión, que le habría asegurado una pingüe entrada. Pero si no tenia vocación para ser abogado, la tenia, i mui grande, para ser jurisconsulto”. Miguel Luis Amunátegui ( 1882 , pp. 453 - 4 ).

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