Andrés Bello: libertad, imperio, estilo
518 el crítico literario del período londinense habría de prestar atención, reaccionando con sus puntos de vista en contra de la común opinión neoclásica que sólo veía en Calderón a un desorbitado (como los fran- ceses de entonces calificaban a Shakespeare)”. 234 Y ciertamente, la caballería europea fascinó a Bello. Él traducirá buena parte del Orlando enamorado . Al inicio, traduce con soltura y entusiasmo esta defensa del caballero justiciero: Yo siento a par del alma que no hubiera el gran cabalgador de Rocinante resucitado la dichosa era de la caballeresca orden andante; que a ser él venturoso, no se viera, como se ve, la iniquidad triunfante, ni viciara la sórdida codicia la humana sociedad, como la vicia. Porque hoy al interés todo se postra; ¿dó se ve ahora aquel heroico aliento que los peligros y la muerte arrostra para dar cima a un generoso intento? Nuestra ufana cultura es una costra que esconde pestilente hondo fermento; espléndido sepulcro, por defuera pulido jaspe, adentro gusanera. ¿Qué es de aquellos valientes paladines que en el campo, en el yermo, en regia corte, daban contra alevosos malandrines al débil sexo y la orfandad conhorte, llevando hasta los últimos confines del mundo en su tizona el pasaporte, y una dama gentil tal vez al anca, y todo sin costarles una blanca? ¡Feliz edad! Mil veces te bendigo, no a la presente, en que si alguno piensa 234 Rodríguez Monegal ( 1969 , p. 23 ).
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