Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

505 el estándar del cid Presentamos ahora la larga aventura de Bello en torno al Cid. Repleta de detalles complicados, en la figura del Cid se concentran una serie de elementos propiamente bellistas, algunos de los cuales son dejados de lado, porque pertenecen a un pasado glorioso pero moribundo, y otros son rescatados, porque valieron la pena a ojos de Bello. Cuando todavía en Chile la educación pública era gloriosa hubiese sido innecesario recordar que el Cid —así es como se conoció a Ro- drigo Díaz de Vivar—, fue un caballero cristiano e independiente del siglo XI, que logró conquistar Valencia y que, como caudillo, llegó a constituir un modelo de valor y arrojo en las leyendas que fraguaron los ánimos de la Reconquista, que expulsó a los musulmanes de la península ibérica de su Al-Ándalus. Es más, cuando Arturo Uslar Pietri diga que el “humanismo” de Bello “tiene la calidad heroica de la gesta del desterrado que lucha por salvar el país de su espíritu” estará afirmando que el propio Bello tendrá en el Cid un modelo para sí mismo. Entre Le Cid de Pierre Corneille y Don Quichotte de Jules Masse- net, pasando por L’Histoire de Gil Blas de Santillane de Alain-René Lesage, Ruy Blas y Hernani de Victor Hugo, Carmen de Mérimée y Bizet, hubo una historia de admiración perpleja de los artistas fran- ceses por los personajes españoles. Chateaubriand lo decía cuan- do anotaba la grandeza de España en haber hecho a Corneille. El

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