Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

498 podrá andar entonces en manos de todos, podrá ser consultado por cada ciudadano en los casos dudosos, y servirle de guía en el de- sempeño de sus obligaciones y en la administración de sus intere- ses. Entonces, y no hasta entonces, estará sometida la conducta de los jueces, a la poderosa influencia de la opinión pública. Entonces, y no hasta entonces, el conocimiento del derecho romano, dejará de ser una adquisición indispensable a los que se dediquen a la ca- rrera de la jurisprudencia. Entonces finalmente no será necesario hojear tantos códigos anticuados y contradictorios, revolver tanta copia de pragmáticas, cédulas y reales órdenes, registrar tantas glo- sas y comentarios, consumir tanto tiempo, y causar tantos dispen- dios a los litigantes, en mil cuestiones de derecho civil, que se pre- sentan diariamente a los abogados y jueces. Habrá sin duda casos que no hayan sido previstos por las leyes; porque ¿qué legislación puede preverlo todo? Pero su número será incomparablemente me- nor que ahora. Otra ventaja que encontramos en el proyecto pre- sentado a la cámara, es el hacer divisible el trabajo entre muchos colaboradores. Se trata primeramente de coordinar lo que existe, expurgándolo de todo lo contradictorio y superfluo. 196 Sabemos que, desde su papel como redactor de El Araucano , Bello iba comentando los acontecimientos que se habían dado en las cá- maras durante la tramitación del Código. En la editorial del 5 de noviembre de 1841 , Bello se referirá a la ley publicada en ese mismo número, que establecía la junta revisora “de los trabajos realizados y presentados al Congreso por la Comisión de Códigos”. Bello estuvo detrás de las insistencias de Prieto y de las muchas sesiones en las cámaras dedicadas al ítem codificación; detrás, también, de la comi- sión que redactó un código y de la ley que establecía esa junta —que él mismo integraba—; así como de la publicación en El Araucano de la ley que la editorial comentaba —de la cual, por supuesto, era el re- dactor—. Nuevamente hablaba de “aprovecharse” de las “filosofías y adelantos” de la civilización. Se ocupaba aquí, además, de congeniar a la Madre Patria con la civilización (“no se queda atrás de la antigua 196 Bello (Vol. XVIII, pp. 213 - 4 ).

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