Andrés Bello: libertad, imperio, estilo
49 cerca. Bello fue un apasionado del orden, pero si es por conceptuar a Bello sirviéndonos del “orden”, no hacemos sino describir la ne- cesidad atmosférica de una época y la de sus personajes más difun- didos. El papel que podía tener el orden era para Bello restringido y no debía entregarse a él toda la inteligencia de cualquier proyecto (el caso, por ejemplo, de los consejos que dio al literato José María Gutiérrez en la antología de poesía americana), 74 el orden era desea- ble en cuanto era manifestación de la razón y la experiencia. En un artículo de 1831 , Bello plantea que la obsesión “supersticiosa” por el orden, especialmente en los sistemas monárquicos, se relaciona 74 En esa carta a Juan María Gutiérrez, quien preparaba una antología de poesía americana, Bello se explayaba sobre la metodología a utilizar. La carta está fecha- da en Santiago, a 20 de septiembre de 1845 , y dice: “Valiéndome de la libertad que V. me dispensa, le diré que el orden alfabético no me parece el más a propósito para la colección en que V. se ocupa. ¿Qué utilidad tiene aquí el orden alfabético, que no pueda obtenerse completamente, mediante el índice que sin duda llevará cada tomo? Este orden no sirve, a lo que yo creo, la menor conveniencia en el caso presente, y ofrece algunos inconvenientes. Si V. cuando llega la letra M o P, encuentra poesías de autores cuyos autores principian por A o B, y le parecen dignas de tener lugar en su colección, se verá forzosamente en la necesidad de faltar al método alfabético. Pero si no se adopta ese orden, dirá V. ¿Otro se elegirá? A decir verdad cual- quier otro estará expuesto al inconveniente que acabo de apuntar. Cuando se tienen desde luego todos los materiales de que debe componerse una obra, es fácil ordenarlos de cualquier modo; cuando (como sucede en el caso presente) se van acopiando los materiales al mismo tiempo que se compone y publica la obra, yo no veo que puedan adaptarse a orden alguno; y para suplir esta falta, que me parece inevitable, se puede tomar el partido de dar al fin de cada tomo un índice de materias, por ejemplo, epopeya, drama, odas, canciones, epigramas, sátiras, etc., otro índice alfabético de los autores, y si se quiere, una lista cronológica. También es costumbre en las colecciones de poesías, como V. sabe, dar un índice de ellas por el orden alfabético de las iniciales de los primeros versos; lo que no deja de tener su conveniencia, para las poesías anónimas difíciles de clasificar. Una bre- ve noticia biográfica de los autores, y un sucinto y algo indulgente juicio de las composiciones, daría mucho realce a la obra”. Epistolario II, en Bello (Vol. XXVI, pp. 105 - 7 ). Y como Juan María Gutiérrez insiste a favor del orden alfabético, Be- llo insiste, en una carta del 7 de octubre de 1845 : “V. me permitirá decirle que sus razones en favor del orden alfabético no me satisfacen del todo. Cualquier otro orden tiene iguales o mayores inconvenientes, y por eso creo preferible no adoptar ninguno, y suplirlos todos por medio de índices al final de cada tomo, o al fin de la obra. La dificultad de la clasificación por materias no es invencible; porque si hay composiciones que no pueden reducirse a los antiguos géneros y especies, se hacen para ellas especies y géneros nuevos, según la costumbre de los naturalistas. Esto daría tal vez a V. la ocasión de presentarnos una clasificación nueva sobre otras bases que las de la escuela clásica, y en una teoría estética, que calificase las producciones anómalas y señalase sus tipos y leyes fundamentales. La arbitrariedad absoluta en el orden de las composiciones sería, por otra parte, un medio excelente para consultar la variedad, y hacer pasar lo serio al lado de lo jocoso, y lo filosófico y religioso entre lo erótico; cuidando sólo de no hacer demasiado fuertes los contrastes”, ibid ., p. 108 .
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